Capítulo I: Desde Londres, con amor

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Muchos de los días en Londres le resultaban tristes y grises, algunas veces llovía a cantaros y otras, llovía a mares. Llevaba unos meses viviendo allí, en un pequeño piso en el centro, en un edificio antiguo con un ascensor minúsculo, y una calefacción que se estropeaba cada dos o tres días.

- ¡Venga, vamos, una cucharada más de esta deliciosa sopa de setas!. - le dijo Marinette, animosa y sonriente, al pequeño anciano que estaba frente a ella.

Cuando ella le acercó la cuchara, el anciano apretó los labios y frunció el ceño. Marinette bufó, cansada.

-Maestro Fu, tiene que tomarse la sopa antes de que se enfríe.- insistió, con una voz sentida y dulce.

Pero el pequeño anciano, giró la cabeza y se negó con gestos a engullirse la cuchara.

Muchos de los días en Londres, eran tristes y amargos. La muerte de Marianne la había arrastrado a esa ciudad. No estaba dentro de sus planes el ir a trabajar ahí. No, claro que no. Marinette Dupain-Cheng sabía muy bien lo que quería. Y quería ser una diseñadora de modas, y si tuviera éxito y fuera famosa, seria mucho mejor.

- Entonces, que le parece si en vez de una sopa horrible intentamos con un ¡dulce puré de manzana!- continuó diciéndole mientras agitaba un botecito de puré artesanal de manzanas ecológicas.

Nuevamente el anciano no le hizo caso, sino que se dedicó a mirar el infinito. Sólo que esta vez, su mirada cansada y vieja se posó sobre la ventana para poder ver el cielo gris de Londres.

Marinette batió con una cucharilla el puré, muy lentamente. Suspiró, bastante agotada ya. ¿Cómo demonios pudo llegar a este punto de su existencia? ¿Cómo saldría de este bucle en el que se encontraba? Ella tenía veintiséis años, una carrera, tres especialidades, dos exnovios, un eterno crush, varios kwamis y cero oportunidades de volver a París o New York a corto plazo.

- ¿En serio no quiere comer ni un poquito del puré? Lo veo muy delgado Maestro Fu, debe comer algo. -

Marinette se lo decía en serio, aunque siempre con una sonrisa en la cara. Se lo decía en serio, porque el médico de la residencia había amenazado con alimentarlo de otras maneras si él se negaba.

Pero Fu no quería comer, tampoco hablar, y caminar ya muy poco.

- Sé que la extraña, pero dejarse morir no es lo que ella quisiera para usted.-

Contuvo las lagrimas que pugnaban por escaparse de sus ojos, su garganta se atragantó con su tristeza. Marinette bajó la mirada para que Fu no la viera así, rota, deprimida, cansada y casi sin esperanzas. Habían contactado con ella, la supuesta "nieta", una vez Marianne fue hecha cenizas. La debacle física de Fu había sido arrolladora y los de la residencia de ancianos, ya desesperados, le habían llamado para avisarle dos cosas: 1)el fin del abuelo estaba cerca y 2)si nadie venía a visitarlo, el anciano moriría solo.

Y Marinette simplemente no podía permitirlo. 

Marianne había muerto tomando la mano de Fu, y Marinette quería que Fu tuviera una mano que sostener al morir. Aunque eso significase, mudarse a Londres por tiempo indefinido.

Lo cual la llevaba a extrañar New York. 

Audrey Bourgeois había montado en rabia y cólera cuando ella le comunicó que debía ir a Londres urgentemente, sin fecha de retorno. Había dejado colgados algunos diseños para las siguientes temporadas. En venganza, Bourgeois no le dio ninguna recomendación ni compensación económica por el trabajo hecho. Sin embargo, y gracias a todos los dioses inventados del universo, Audrey Bourgeois le había permitido conservar un escaso beneficio de sus diseños ya lanzados. Un pequeño porcentaje que le había permitido realizar la mudanza y mantenerse a flote en Londres, mientras trataba de conseguir algo. Algún trabajo de medio tiempo, algún trabajo que le permitiera compaginar el cuidado de Fu con su carrera en auge.

Desde Londres, con amor---MLB---FelinetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora