Capítulo XX: Amor.

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ATENCIÓN: LEMON. MAY 18 AÑOS.

AMOR

Amelie Graham nunca había visto a su hijo tan impaciente. Sentado en la salita de música, había dado un informe detallado de las pérdidas en Hong Kong y del tratamiento aplicado. Habían logrado junto con Bridgette, secar el río de pérdidas económicas, haciendo tratos, vendiendo fábricas y comprando otras, rozando el límite de la legalidad.

Al final, casi sin margen de ganancia, Félix había logrado mantener la inversión en China.

- Quizá nos recuperemos en dos años y empezaremos a recibir ganancias significativas en tres. Pudo haber sido peor, gerenta Graham, un millón de veces peor.- concluyó, cerrando la carpeta de documentos que contenían el compendio de su desempeño en Hong Kong.

- Me alegro por ti, Felix, siempre supe que podrías solucionar este lío. Habrá que agradecérselo a Brid, también, como siempre.-

Ahí, sentada en su taburete de piano, Amelie Graham estaba feliz de volverlo a ver, radiante, guapísimo, tan parecido a su padre. Suspiró, sabiendo que ese cambio tan bueno tenía nombre y apellido, por lo que decidió lanzarse a la caza de información.


- ¿Vas a ir a verla?- preguntó Amelie. Y a continuación, se mordió los labios, pícara, como una niña que ha hecho una travesura y no quiere contar su secreto.

- Apenas me permitas levantarme, sí... Y además ...quería tomarme unos días libres, tres o cuatro, ¿podré? - preguntó Félix, aunque ya sabía la respuesta.

Amelie asintió, contenta. 

El rostro de su hijo brillaba de la emoción y de la expectación.

- Gracias mamá. - Felix se puso de pie y apretó fuerte a su madre contra su pecho, en un inesperado abrazo.

- Félix... - susurró Amelie, justo cuando él salía de la habitación. - ...que no te vuelva a romper el corazón. Se lo prohíbo.-

Félix sonrió ampliamente, y justo cuando ya salía, oyó a su madre gritar: ¡Y tráela a cenar!.

Esa tarde, Marinette Dupain Cheng ,a un paso de perder completamente la razón por la larga espera, decidió hornear una tarta de fresa, montada con nata y con un poco de sirope de fresa de decoración. Félix, su novio a distancia, no le había dicho exactamente cuando volvía. Habían pasado cuatro días desde su último email y aunque se escribían por el teléfono, él no soltaba prenda de nada.


Entonces, con sus reflejos de guardiana al mil por ciento, sintió su presencia, abajo en el portal, cruzando la entrada del edificio.

- ¡Rápido, todos adentro!. - los kwamis volaron atravesando el armario a toda velocidad. 

Tikki se quedó de última y antes de atravesar la puerta, se volvió hacia ella y le dijo:

- No hagáis mucho ruido, Marinette.- y le guiñó un ojito, antes de esconderse.

Marinette empezó a saltar con ambos pies juntos y dando palmaditas al aire.

Sí, sí, sí, sí, sí.

Félix había estado fuera por veinte y cuatro días, veinticuatro días de letargo, desazón, ansiedad y deseo por tenerlo cerca. ¡Qué dañina era la distancia! ¡Qué horrible le supo ahora la soledad! Todos los días despertaba después de haber dormido poquísimo deseando que ya volviera, que la llenara de los besos que prometió. Y ahora, por fin, ahora lo tenía ahí, probablemente subiendo por el ascensor. Se acomodó el vestido sin mangas y de escote triangular que llevaba, bastante sencillo pero bonito, se calzó sus manoletinas de andar por casa y se pasó la mano por su pelo, mientras tanto, sus pies corrían hacia la puerta para recibirlo.

Desde Londres, con amor---MLB---FelinetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora