Capítulo VIII: El musical

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Marinette supo que tenía un problema cuando el viernes por la mañana, justo cuando debía salir para dar de comer a Fu, encontró que el souffle de salmón que debía llevarle no estaba bien. 

Estaba crudo, sin hacer. 

Marinette Dupain - Cheng, la hija de unos renombrados panaderos parisinos, la que aprendió a hornear antes que a leer, se había olvidado de encender el horno.

- Oh Tikki, estoy jodida - y lamentándose, se dejó caer en una de la sillas de la cocina.

Sacó su móvil del bolsillo y comprobó, como todos los días desde hace quince días, que Félix no había llamado. Miró el reloj y se dio cuenta que iba tarde, como siempre, para la comida de Fu. Decidió dejar todo y sólo se llevó la botella térmica rellena de té negro con corteza de naranja y canela.

Rumbo a la residencia, en el metro, repasó los quince días más expectantes de su vida. Dentro suyo, sabía que algo estaba pasando, que algo iba a ocurrir, pero sencillamente, los días pasaban y no sucedía nada y todo seguía igual. 

No entendía por qué aún no la llamaba, ¿ni para saludar y ver qué tal me va? se preguntó, ¿ni para pedirme más croissants? ¿ni siquiera para contarme qué le dijo el restaurador?.

Al tercer día de espera, Marinette cayó en cuenta de algo horrible: era ella quien no tenía su número. Concluyó, como todas las anteriores veces, que él tenía la sartén por el mango.

- Torpe, mil veces torpe - murmuró.

Como todas las veces, Wang Fu sólo probó un poco de batido proteico y se bebió entera la botella de té. Ese viernes, Fu estaba contento, no le respondió ninguna de sus preguntas ni comentó nada acerca de las historias que ella contaba, pero tenía una sonrisa de oreja a oreja. Ella no sabía porqué, hasta que al llegar la hora de retirarse, antes de salir por la puerta, Wang Fu enfocó su mirada perdida sobre ella y le dijo, muy bajito:

 Ella no sabía porqué, hasta que al llegar la hora de retirarse, antes de salir por la puerta, Wang Fu enfocó su mirada perdida sobre ella y le dijo, muy bajito:

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- Él llamará, hoy.-

Y dicho esto, Fu se quedó absorto otra vez, mirando fijamente la mirada. Totalmente mudo.

No supo encajar muy bien las palabras que escuchó. ¿Las había escuchado realmente? ¿o era su imaginación?. Cierto es que Fu hablaba muy poco, en realidad balbuceaba y se atragantaba con las palabras, pero esta vez, a pesar de haberlo dicho bajito, lo había entendido todo claramente.

¿Cómo Fu pudo saber lo que ella estaba esperando? ¿Le podía leer la mente? Sin embargo, el asombro se vio opacado por el razonamiento que, en el mundo miraculous, todo podía suceder: saltos temporales, akumatizaciones, portales espacio-tiempo, y un largo etcétera...Quizá el antiguo guardián no guardaba recuerdos pero si conservaba otros talentos como la premonición o algo así. Pero Fu no podía contestar a sus preguntas.

Suspiró profundamente, mientras caminaba a la boca del metro para regresar a su ático. Ese día había sol, y la nubes no eran de lluvia, parecía un día primaveral cualquiera. El clima le ayudó a despejar su mente. Pronto, llegaría el verano. Sin embargo, al dar el primer paso para bajar las escaleras, su móvil sonó.

Desde Londres, con amor---MLB---FelinetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora