Capítulo X: Desayuno

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Como todas las mañanas desde hace veinte y tres días, Félix apretó el botón del telefonillo tres veces. Como siempre, nadie le abrió. Volvió a tocar, esta vez cinco veces seguidas. Y nadie respondió.

Resopló, en realidad, este juego le gustaba y mucho.

- ¡Marinette, las llaves!- gritó muy fuerte, ahuecando la voz con una mano.

Se abrió la ventana del ático y ella sacó la cabeza por la ventana, despeinada, adormilada y parcialmente ciega, ella aún no abría los ojos del todo. En su lento despertar, Marinette lanzó el llavero con bastante fuerza. Félix abajo, en la acera, se preparó para pillar el objeto.

 Félix abajo, en la acera, se preparó para pillar el objeto

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Como siempre, cayó en la carretera. Un día moriré atropellado, pero valdrá la pena, se dijo a él mismo, mientras miraba izquierda y derecha para recoger las llaves sobre el asfalto. Luego, recogió del suelo la bolsa de papel que siempre llevaba consigo por las mañanas y abrió el portón. Se metió como pudo dentro del ascensor, pero antes de cerrar la puerta, la vecina de la planta baja, salió de su apartamento, en dos pasos le sujetó la puerta del ascensor para que no se cerrara y le dijo o le escupió, para ser exactos:

- ¡Dile que te dé una maldita copia de sus llaves de una buena vez!- Félix le sonrió amablemente. - Se lo diré, amable vecina. Se lo diré- Y cuando la señora se retiró, una pequeña carcajada brotó de su boca.

Como todas las mañanas desde hace 23 días, Félix Graham de Vanily ejecutaba la operación bélica titulada "Acoso y Derribo", por supuesto, consentido por ella de manera tácita. Como todas las mañanas desde hace 23 días, eran las 7:54 hrs, y disponía exactamente de 81 minutos para tomar desayuno con Marinette y luego irse al trabajo, que empezaba a las diez, para luego volver por la tarde, a partir de las 18:32 horas, para cenar.

Se plantó frente a la puerta del ático y, como todas las mañanas, llamó al timbre a pesar de tener las llaves de ella. Cuando Marinette le abrió, él la saludó agitando la mano una y otra vez.

- Buenos días, Marinette.- y ella lo dejó pasar.

- ¿Has dormido bien? Pareces cansada.- Le dijo él con sorna, dejó las llaves sobre el recibidor y apoyó la bolsa contra la pared, mientras se quitaba la gabardina y la colgaba en la percha de la entrada. Avanzó hasta la cocina y encendió el cafetero. Se lavó las manos, abrió la bolsa y sacó de ella, una nueva bolsa de café, un periódico, y una pequeña flor envuelta cuidadosamente en papel seda; esta vez, una peonía enana de color amarillo.

 Se lavó las manos, abrió la bolsa y sacó de ella, una nueva bolsa de café, un periódico, y una pequeña flor envuelta cuidadosamente en papel seda; esta vez, una peonía enana de color amarillo

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Desde Londres, con amor---MLB---FelinetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora