Capítulo II: El concierto

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Había que asistir, definitivamente. Tuvo que comprar dos entradas, obligatoriamente. Era mejor quedar bien con el personal de la residencia que quedar como una introvertida y tacaña. De esa manera, lograría ser la última persona en salir luego del horario de las visitas, y la primera en entrar. Un pequeño gasto tanto de tiempo como de dinero, que no afectaría su calidad de vida. Pero mejoraría algo la de Fu. 

O eso esperaba, al menos.

Como era primavera, decidió que llevaría su vestido rojo con falda amplia y volantes, con un cinturón negro muy estrecho, acompañado de una abrigo negro con cuello recto, algo navy. Al hombro, un bolso pequeño negro brillante para mantener a su kwami cerca. Cepilló su cabello, para dejarlo caer ligero sobre uno de sus hombros. Con un lápiz carmín pasó lentamente sus labios finos. Sus pendientes negros, se quedaron en su sitio, como siempre.

-¿Cómo me veo?- le preguntó emocionada a Tikki.

Había pasado mucho tiempo desde que salía por la noche. Atrás quedaban las noches de juerga parisina, mientras acompañaba a su novio, ahora exnovio , a sus innumerables presentaciones con su banda. Atrás quedaban los desfiles en Milán, que duraban toda la noche y parte de la mañana. O las fiestas privadas en New York, donde aprendió sobre el alcohol, otras drogas y a fumar algún cigarillo. Y también a brindar, y brindar, y sonreir, sonreir, bailar, cantar, ligar...sí, no mucho, pero sí, ella podría haber escrito un libro sobre eso, "el arte de ligar y no morir en el intento, por Marinette Dupain-Cheng, capitulo I: no olvides llevar tu paraguas"...Una sombra de tristeza nubló su mirada. ¿Que estarían haciendo sus amigos?¿Serian felices?¿Alya lograría publicar esa investigación que le estaba llevando meses?¿Nino debutaría como DJ alguna vez?¿Y Adrien?¿Seguiría en Japón con su novia, ahora exnovia, Kagami Tsurugi?

- Hoy te ves genial genial, Marinette.- Contestó dulcemente su kwami.

Marinette le sonrió, mientras cogía su móvil y la invitación al concierto. De repente, se quedó fría, estática, abrió inmensamente los ojos y gritó:

- ¡Ha empezado hace veinte minutos!-

De un salto rápido, salió afuera y empezó a correr. Era una noche nublada y amenazaba lluvia inevitablemente.

Félix había odiado cada uno de los ensayos a los que se vio sometido durante dos semanas

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Félix había odiado cada uno de los ensayos a los que se vio sometido durante dos semanas. Rodeado de músicos que no conocía, de personas completamente extrañas para él, se sentía tremendamente agobiado y al borde de una rabieta descomunal. Había tenido que llevar su preciado Schorn de doscientos años, para lo cual tuvo que afinarlo y darle un pequeño mantenimiento que solo le tomó tiempo y dinero. Vestía sencillamente con un traje negro y camisa blanca, sin chaleco por supuesto, porque el chaleco limitaba sus movimientos al tocar. Decidió arreglarse el pelo antes de salir al escenario, siempre le molestaba el mechón que caía sobre su frente, así que lo peinó hacia un lado, fijándolo con algo de gomina. Llevaba el pelo bastante corto a ambos lados, casi al ras, por lo que solo debía luchar con el mechón de arriba. Observó sus manos, sus dedos largos, sus uñas cortas, pasó con su pulgar izquierdo los pulpejos de los dedos, le gustaba el tacto duro y calloso producto de la práctica intensa, le fascinaba. Estiró la mano derecha, realizó movimientos giratorios, abrió y cerró los dedos de la mano dominante. Estaba listo. Sabía que era un concierto benéfico, pero la pieza que le tocó era muy especial para él: Invierno, de Vivaldi.

Casi 10 minutos de trabajo intenso con las cuerdas y el arco le esperaban en el escenario. Y recuerdos, también. Muchos recuerdos. 

Invierno fue la última pieza que su padre le enseñó a tocar antes de morir. Invierno, fue la estación del año en la que murió. 

Invierno, era el tiempo en el que se venían los recuerdos encima y se arremolinaban en su corazón.

Pero esta era una noche de primavera, y aunque fuera a llover, debía dar lo mejor de sí. Se lo debía a su padre y se lo debía a él mismo. Félix Graham de Vanily no dejaba nada imperfecto, ni dejaba nada al error.

Se puso de pie y cogió a su fiel Schorn, barroco, antiguo y heredado desde 1900; cogió el arco, miró a sus compañeros y salió al escenario.

Él no lo sabía pero afuera en primera fila, onceava butaca, le esperaba el amor. Afuera le esperaba Marinette Dupain-Cheng.

Aunque ella llegaba tarde, muy tarde.

Tardísimo...

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¡ Bienvenidos al fantástico mundo del felinette!

Ya, en serio, un crackship del universo miraculous. Pero no por eso, menos guapo. Soy francamente adicta a este personajillo y debo admitir que fue por él, por lo que me introduje en este fandom ( el felix del PV). 

Pero éste es un fanon Felix. Asi, que sólo, diviértanse en la medida de lo posible.

Un fuerte abrazo,

Lordthunder1000

Desde Londres, con amor---MLB---FelinetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora