Capítulo 17

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Capítulo 17: reencuentros y sorpresas

-¡Abel!

- ¡Lexa!

Abel llegó hasta mí y me atrajo hacia él en un enorme abrazo de oso. Le devolví el gesto hasta que empecé a sentir que me faltaba el aire.

-Abel.

-¿Sí?

-No puedo respirar.

-¡Oh! Lo siento.

Deshizo el abrazo sin llegar a soltarme del todo y se quedó mirando mi cara un buen rato, como si estuviera buscando algo.

-¿Le pasa algo a mi cara?

-No, no. Es solo que esperaba encontrarte un poco más... alterada. Me dijeron que te había afectado un poco.

-Y, ¿por qué te dijeron eso?

-Llamé para avisar de que ya me encontraba mejor y les pregunté cuándo podría volver al trabajo. Me contaron lo que había pasado y me pidieron que volviera cuanto antes para ayudar. Se me ocurrió preguntarles quién había avisado del crimen, y me relataron toda la historia; incluida tu huida.

Un leve asentimiento de cabeza fue la única respuesta que obtuvo por mi parte.

-¿No vas a decir nada?

-¿Sobre qué?

Entonces me acordé.

-¡Tu herida! ¿Cómo estás? ¿Te duele? ¿Necesitas que te ayude en algo?

-No me refería a eso.

-Ah, ¿no?

-Me refería a tu versión de la historia. ¿No me vas a contar por qué saliste corriendo?

-¿No te lo dijeron cuando preguntaste?

-Quiero que me lo cuentes tú.

No había respondido a mi pregunta, pero lo pasé por alto.

-Te lo voy a resumir: fui a la sala de mandos para pedir que me enseñaran la copia del informe de un interno, y vi que alguien había apagado la luz. Pensé que había algún problema con la electricidad, pero cuando le di al interruptor la luz se encendió sin problemas. Me encontré con seis guardias apuñalados y una nota en la pared. Fui corriendo hasta la puerta y avisé a los encargados de vigilar la puerta de servicio. Uno de ellos se quedó conmigo mientras el otro iba a mirar, y sentí la necesidad de alejarme de aquí. Llegué a un pueblo cercano y estuve allí un par de horas. Cuando me encontré un poco mejor, volví.

Omití algunas cosas; como que uno de los guardias asesinados era el que había ayudado a su hermano, y procuré no decir el nombre de Ian. Por suerte, no preguntó nada más.

Al cabo de un momento, el ambiente se volvió incómodo. Ninguno sabía cómo seguir la conversación, y el sentimiento de traición por parte de Abel parecía no haberse extinguido del todo. Decidí que lo mejor sería pedir perdón. Aunque fuera tarde, necesitaba poder dejar atrás esa herida. Todavía sentía demasiada culpabilidad por la muerte de sus compañeros, y no quería tener que añadir las mentiras que le dije y las cosas que le oculté a mi conciencia.

-Perdón.

-¿Qué?

Parecía un poco desorientado, como si le hubiera hecho salir bruscamente de un trance. Supuse que estaba ensimismado en sus pensamientos.

-Perdón. Por haberte mentido, por haberte ocultado cosas, por haber perdido tu informe... Perdón por todo.

Me miró sorprendido.

Detrás de su sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora