Capítulo 19

7 3 0
                                    

Capítulo 19: Casa no; hogar.

Miré hacia atrás y me sorprendí do lo normal que parecía, como si todos los asesinatos y sangrientos crímenes quedaran encerrados detrás de esos ladrillos, sepultados junto a sus autores. De nuevo, parecía formar parte de otra realidad.

Una vez fuera de la penitenciaría, nuestros problemas cambiaron. Ya no teníamos que preocuparnos por estar rodeados de vigilancia, ni por cuidar nuestra espalda en todo momento; y eso nos quitaba un gran peso de encima. Sin embargo, había otros inconvenientes. Como, por ejemplo, encontrar un sitio para dormir, aunque fuera solo durante una noche. Podríamos empezar a preocuparnos por el resto de necesidades básicas después, pero quedarse toda la noche en medio de la nada sin ninguna clase de protección estaba totalmente fuera de discusión.

-¿Qué hacemos ahora?

-No lo sé. La última vez que vi algo más allá de los muros de la prisión fue cuando me trajeron arrestado, hace cuatro años. Ha llovido mucho desde entonces.

Se notaba desde muy lejos que los dos presos estaban totalmente fuera de su zona de confort. A Logan se le notaba un poco más cómodo, como si pudiera adaptarse con facilidad a cualquier cambio; pero con Ian era totalmente diferente. Se había acostumbrado a tenerlo casi todo bajo control utilizando sus contactos dentro de la cárcel, y ahora había dejado de tener cualquier tipo de control sobre su propia vida. Tenía que ser un cambio brusco. De todas formas, no llegaba a sentir pena por él. Por ninguno de los dos. Ahora jugábamos todos bajo las mismas reglas.

-Creo que lo mejor podemos hacer es andar hasta la carretera-habló por primera vez Abel-. Desde ahí podemos andar hasta llegar a algún pueblo cercano. O tal vez podamos hacer autostop.

-No falta mucho para que empiece a anochecer. ¿Crees que es buena idea echar a andar sin rumbo por la carretera en mitad de la noche?

-¿Qué pasa? ¿Te da miedo que alguien nos robe? Creo que somos suficientes para defendernos de un ladrón cualquiera.

-¿Y te parece una buena idea subirte al coche de un desconocido? -intervine yo.

-No me digas que tienes miedo. Teniendo en cuenta a quienes tienes al lado, yo dejaría en segundo plano el miedo a encontrarte a algún loco. Más bien tendrían que ser los conductores los que tuvieran cuidado.

-Eso también es un problema. Nosotros todavía llevamos un mono azul bastante pasado de moda con nuestro número cosido, y tú sigues llevando el uniforme de guardia. La única que va vestida medio decentemente es ella. Si alguien nos ve, no va a dudar ni un momento en llamar a la policía. Menos se van a molestar en dejarnos subir a su coche.

-Hay un pueblo cerca. He ido un par de veces. Hay una parada de autobús a una hora de aquí. Supongo que habrá algún sitio donde podamos dormir.

-¿Y qué hacemos con la ropa?

-Puedo ir yo primero y conseguir algo de ropa para vosotros.

-¿Y cómo piensas hacer eso? No tenemos dinero, y tú pareces ser de ese tipo de persona que no podría robar algo sin ponerse nerviosa y confesar sin haber salido de la tienda siquiera. Sin ofender.

-Yo tengo una tarjeta. Nos dan una a todo el personal de seguridad por si pasa algo y necesitamos el dinero. Tenemos de sobra para pagar algo de ropa y una noche de estancia en algún sitio.

-Pero yo no puedo usar esa tarjeta.

-Puedo hacerlo yo. No es raro ver a algún vigilante comprando comida por aquí.

Ian y Logan lo miraron enarcando una ceja, y Abel se sintió obligado a defenderse.

-¿Qué? La comida asquerosa no está reservada para vosotros. Os recuerdo que la comida la hacen los presos de la planta de baja seguridad. Forma parte de su condena.

Detrás de su sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora