Capítulo 28

16 2 0
                                    

Capítulo 27: Nunca digas para siempre

Una nota. Escrita en tinta roja. O esperaba que fuera tinta. Las letras eran difíciles de entender, puesto que el líquido con el que habían sido escritas se había corrido sobre el papel hasta llegar a dejar pequeñas manchas en la mesa donde estaba pegado el papel que contenía el macabro mensaje.

El peligro no ha pasado, Lexi

En letras mayúsculas, parecía que la frase estaba siendo gritada al lado de mi oído, y la forma en la que estaba escrito mi nombre, como si fuera un apodo cariñoso contrastando horriblemente con el mensaje que intentaba transmitir, hizo que los escalofríos me ganaran.

El peligro no ha pasado.

Pero conseguimos escapar.

El peligro nunca estuvo ahí dentro. Lo tuviste a tu lado todo el camino.

-Abel. ¿Podemos hablar?

El asintió con la cabeza, y yo le hice un gesto para que me siguiera. Empecé a andar hacia la cocina con él siguiéndome. Cuando estaba a punto de cruzar la puerta, volví a hablar.

-Ian. Tú también.

Logan me dio una mirada extraña, y le hice un gesto con la mano para que se tranquilizara.

Llegamos a la cocina y me apoyé contra la pared mientras esperaba a que ellos se acomodaran en algún sitio para empezar a hablar.

-Logan.

Ellos se miraron extrañados.

-¿Qué pasa con Logan?

-Creo que ha sido él.

Ambos me miraron, cada uno con una expresión. Abel con horror e incredulidad; Ian con confusión.

-¿Por qué lo crees?

-Pensadlo bien. Él ya ha intentado matarme.

-Pero eso fue porque aún no te conocía. Representabas una amenaza. Ahora ya no.

Abel seguía negando con la cabeza, mientras la expresión de Ian se había transformado en una máscara de absoluta concentración. Como si estuviera uniendo todos los momentos en lo que Logan podría haberse mostrado descontento ante la idea de que yo continuara con ellos.

-¿Estás seguro? Piénsalo bien. Nosotros tenemos algo en común con él. Tú eres su hermano. Yo soy otro preso. Tanto tú como yo hemos estado mucho tiempo con él dentro de la prisión. Ella no. No solo es nueva, sino que, además, representa al enemigo. O lo representaba, al menos.

Asentí dándole la razón a Ian.

-Tiene sentido. Acaba de recuperarte. Y tú y Lexa parecéis demasiado cercanos. Tal vez tiene miedo de que te acerques tanto a ella que te olvides de él. Tal vez le da miedo perderte de nuevo.

-Entre otras cosas. Hay mil motivos por los que podría querer matarme. O tal vez, lo que quiere es meterme miedo para que me vaya, y podáis estar solos.

Ian y yo parecíamos un equipo, intentando convencer a Abel.

-Tiene razón, tío. Sé que es tu hermano, pero no puedes apartar la mirada ante algo tan obvio.

-No, no, no. Lo conozco. Es mi hermano, lo conozco. Él nunca haría algo así. Lexa, tú lo sabes. Sabes que él no te haría daño. Tú también lo conoces. Nunca haría algo así. Lo sabéis tan bien como yo.

-Crees que lo conoces. Tú eres una buena persona. Jamás le harías daño a nadie, y menos sin una buena razón, pero no sois iguales. Que tengáis la misma sangre no significa que tengáis los mismos principios, ni la misma manera de ver las cosas; ni la misma sangre fría para matar alguien solo porque te estorba. Tú nunca atentarías contra la vida de alguien para apartarlo de tu camino. Eso no significa que él tampoco.

Detrás de su sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora