Capítulo 18

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Capítulo 18: Un plan maestro y un aliado inesperado

Corrimos. Durante mucho tiempo. Demasiado, a decir verdad.

Ian parecía conocerse todos los pasillos, escaleras y habitaciones como la palma de su mano, y Logan le seguía de cerca. El problema lo teníamos Abel y yo, que a cada giro inesperado que daba nuestro guía corríamos el riesgo de perderle de vista. Y al menos él conocía casi todos los pasillos menos los que estaban, supuestamente, "prohibidos". Yo ni eso. Por eso cada poco metro, alguno de ellos se giraba para asegurarse de que los seguía. Para mi sorpresa, Ian parecía el más preocupado.

Llegamos a una salida un tanto...rara.

-¿Para qué sirve esto?

Los dos hermanos se encogieron de hombros casi al mismo tiempo, y miré hacia Ian en busca de una respuesta.

-Ni idea. Pero eso es lo de menos. Lo que importa es que es el único sitio por donde podemos salir.

Salimos y un gran patio lleno de césped rodeado por un gran muro nos recibió. Andamos un par de metros, hasta fuimos sorprendidos por el característico sonido de los disparos.

Inmediatamente todos miramos alrededor buscando al causante, hasta que Abel pareció darse cuenta de algo y miró enfadado a Ian.

-Éste es el sitio donde los novatos dan prácticas de tiro. Todo esto está llenos de seguridad.

-Por eso mismo. Los vigilantes que suelen estar pendientes de esta salida están demasiado ocupados enseñando a disparar a los nuevos, y nadie sería tan tonto como para intentar salir por un sitio donde hay tantos guardias armados; por no contar con todos esos aprendices con ansias de demostrar su talento y hacerse los héroes. Solo unos locos suicidas intentarían escapar por aquí.

-Déjame adivinar: esos locos suicidas somos nosotros.

-Exacto.

- ¿Soy la única que se da cuenta de que cuanto más explicas el plan, más estúpido parece?

-Por eso mismo. Es tan estúpido que nadie se lo espera. Lo único que tenemos que hacer es distraerlos mientras robamos las llaves de la puerta.

- ¿Qué puerta?

Señaló hacia un punto del muro y me fijé en que había una pequeña puerta. Detrás de ella, ya no había nada. Ni más vigilancia, ni más caminos extraños, ni ningún tipo de restricción. No había nada en unos cuantos kilómetros a la redonda, y más allá solo quedaba el mundo real. Un mundo en el que la gente no está rodeada de asesinos, y si lo está no lo sabe. Echaba de menos ese mundo, y echaba de menos que la preocupación por la muerte quedara eclipsada por las típicas preocupaciones de haber terminado los deberes, o de acordarme de echarle de comer al gato o de apagar las luces al salir. Sí, definitivamente lo echaba de menos más que nunca.

-¿Cómo lo hacemos?

Me respondió con una sonrisa y una sola palabra.

-Distráelos.

Mientras ellos se acercaban sigilosamente al hombre que custodiaba las llaves, y me dirigí hacia donde los veteranos le explicaban a los nuevos como sujetar y disparar una pistola, y de vez en cuando hacían alguna demostración usando dianas con forma de cuerpo humano.

-¡Ayuda! ¡Ayuda!

Inmediatamente sentí como los ojos de más de cincuenta personas se posaban sobre mí.

-¡Ayuda!

No se me ocurría otra cosa.

-¿Qué pasa?

-¿Te han atacado?

-¿Quién ha sido?

-¿Necesitas ayuda?

-¡Que alguien le ayude!

Una gran masa de personas se congregó a mi alrededor, unos haciendo preguntas, otros pidiendo auxilio a gritos, y otros simplemente mirando con los ojos impregnados de curiosidad.

-No tiene heridas.

-A lo mejor tiene heridas internas.

La gente estaba empezando a darse cuenta de que no me pasaba nada, así que hice lo único que se me ocurrió.

-¡Se ha desmayado!

-¡Que alguien haga algo!

-Por favor, apártense un poco. Están agobiando a mi paciente.

Reconocí esa voz serena y analítica. Oí ruidos que me indicaron que todas las personas que se habían arrodillado a mi alrededor se habían levantado. Poco después, una sombra se inclinó sobre mí y me tomó el pulso. Decidí abrir los ojos poco a poco, y me encontré de frente con la expresión levemente divertida de mi doctora.

-Por favor, apártense. Necesita aire.

Sacó una pequeña botella del bolsillo de su bata y me la tendió. La abrí y probé un poco. Agua con azúcar. Se puso delante de mí, tapando la vista de los curiosos que nos miraban con interés y me dio un pequeño papel que guardé disimuladamente en mi bolsillo.

-Por favor, vuelvan a lo que estaban haciendo. Voy a acompañarla para que ande un poco.

Sin esperar respuesta, me cogió del brazo y empezó a andar, llevándome con ella. Curiosamente, la dirección que tomó llevaba directamente hacia la puerta. Miré a mi alrededor y no vi a ninguno de mis acompañantes. Miré intencionadamente hacia donde estaba el encargado de cuidar las llaves de la salida. Estaba tumbado en el suelo, probablemente inconsciente. Sin rastro de intrusos, ni de llaves. Alguien se dio cuenta al mismo tiempo que yo, y volvió a cundir el pánico.

-Creo que me necesitan, otra vez. Adiós.

Sin añadir nada más, Amy se alejó de mi lado. Con toda la tención centrada en otro foco, pude acercarme sin problemas a la puerta que me esperaba abierta. Al otro lado, tres personas me esperaban apoyadas contra la pared. Saqué la nota que me había dado Amy y la leí bajo la atenta mirada de mis compañeros de huida.

Sabía que este lugar no podría retenerte por mucho tiempo. Céntrate en lo que te haga feliz, mientras no tenga nada que ver con la actuación (sin ofender).

Con cariño,

Amy.

Detrás de su sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora