Capítulo 4

23 3 0
                                    

Capítulo 4: Operación recuperar carpeta

Rápidamente, recuperar la carpeta se convirtió en una de mis prioridades. De pequeña solía jugar a ser un agente secreto, y robar cosas para conseguir información era una de las cosas que yo suponía que eran parte de ese trabajo, por lo que solía pasarme las tardes intentando sacar cosas del bolso de mi madre sin que se diera cuenta. Ahora las consecuencias ya no eran castigos relacionados con mi libertad para ver la televisión, sino que un solo error podría firmar mi sentencia de muerte. Por otro lado, estaba Abel. Desde que había vuelto de aquel extraño encuentro, no había encontrado el momento oportuno para decirle lo que había descubierto. No estaba segura de cómo, pero tenía el presentimiento de que, si la información que había descubierto salía a la luz, habría problemas. De todas formas no creía que eso fuera a ser pronto, por lo menos, no hasta que el preso 111 encontrara la forma de explicar por qué tenía bajo su posesión una carpeta con información clasificada. Aun así, Abel estaba empezando a impacientarse por saber lo que había en el informe, y yo estaba empezando a quedarme sin excusas.

Un día como otro cualquiera, decidí que tenía que recuperar la carpeta más temprano que tarde, y, por si fuera poco, debía hacerlo sola.

Por supuesto, suponía que el preso 111 tendrá la carpeta guardada en su habitación. No es que fuese lo más seguro del mundo, pero en un sitio como éste es difícil guardar algo lo suficientemente bien para que nadie lo vea, y puestos a que lo descubran, cualquiera pensaría que es mejor tenerlo en un lugar desde donde puedas controlar quien se acerca a ella. Tras mucha planificación, decidí que lo mejor sería esperar hasta la hora de la comida, cuando todo el mundo está ocupado y, sobre todo, lejos de las celdas.

Seguramente, el plan habría salido bien si hubiera tenido en cuenta que no es necesario salir de la celda para comer cuando tienes a un cómplice que te puede traer la comida escondida. Y no solo eso, sino que, además, fui lo suficientemente estúpida como para no darme cuenta del bulto que había en la cama tapado por las sábanas hasta que fue demasiado tarde.

Por suerte, no todo estaba perdido, ya que, al fijarme más detenidamente, me percaté de que estaba dormido.

Una vez que me di cuenta de todas esas cosas, decidí que tenía dos opciones: intentar salir de ahí intentando ser lo suficientemente silenciosa como para no acabar a tres metros bajo tierra, o seguir con mi racha de malas decisiones e intentar encontrar la carpeta sin despertar al peligroso asesino que se hallaba dormido a apenas medio metro de mí. Creo que está bastante claro que opción escogí, pero por si alguien tiene alguna duda, escogí la segunda.

Cabe recalcar que cuando jugaba a ser agente secreto, mi madre siempre me pillaba antes de llegar siquiera a acercarme a su bolso.

Aun teniendo demasiado presente el recuerdo de todos esos penosos intentos fallidos, ser precavida nunca había estado dentro de mis cualidades. Cuando empecé a buscar con la mirada algún sitio dentro de la celda donde pudiera estar escondida la dichosa carpeta, me di cuenta de que el mobiliario de la habitación consistía en dos camas situadas paralelamente a la pared, una de las cuales insisto en recordar que estaba ocupada.

Por lo tanto, la carpeta tenía que estar o bien debajo de la cama, o dentro del colchón. Otra posibilidad es que el preso la tuviera consigo mientras dormía, lo cual no parecía muy lógico, teniendo en cuenta que cualquier guardia podía entrar a la habitación y descubrirlo. Mientras pensaba esto, la imagen del preso 111 durmiendo mientras abrazaba la carpeta como un niño pequeño con un osito de peluche me vino a la cabeza, provocando un pequeño ataque de risa que por poco me descubre. Afortunadamente, el recluso parecía tener el sueño pesado, ya que solo se removió un poco, sin llegar a despertar. Decidí que lo mejor sería buscar debajo de la cama, y si no estaba ahí, tendría que encontrar una forma de escapar y volver cuando no hubiese nadie. Me agaché con cuidado y silenciosamente levanté la parte de la sábana que cubría el suelo, y lo que encontré no fue precisamente una carpeta.

Una araña. Me encontré cara a cara con una jodida araña; e hice lo único que siempre había hecho en estos casos: gritar.

No fue un grito exageradamente alto, ni tan siquiera duró mucho, solo el segundo que mi cerebro tardó en reaccionar y darse cuenta del peligro, pero fue suficiente para despertar al preso. El lado bueno es que, por una vez en mi vida, reaccioné a tiempo y me escondí debajo de la cama. Justo al lado de la araña. Desde mi posición, oí como el preso se levantaba de la cama, y hubo unos segundos de silencio en los que supuse que estaría mirando alrededor, buscando al culpable de la repentina interrupción de su sueño, y cuando estaba completamente segura de que iba a levantar la sábana y descubrirme, un grito proveniente del pasillo hizo que se detuviera.

Estando debajo de la cama y tapada por la sábana, no alcancé a entender lo que decía el grito, pero esa voz hizo que se me parara el corazón. Cuando creía que ya me encontraba sola, volví a oírla, pero esta vez sí que la entendí.

—Segunda vez que te salvo. Tenlo en cuenta la próxima vez que nos veamos. Por cierto, yo que tú me daría prisa en salir, la hora de la comida está a punto de acabar, y no querrás estar aquí cuando vuelvan los presos. No te molestes en buscar el archivo. Ya no está aquí.

No dije nada, ni me moví. Miré a la araña y juré que ella también me estaba mirando a mí, como diciendo: la has jodido, guapa. No hacía falta que me lo dijera, eso también lo sabía yo.

Cuando salí de mi escondite, solo alcancé a ver su sombra mientras se alejaba de espaldas a mí.

Qué emoción. Estoy reviviendo todo lo que sentí cuando publiqué este libro por primera vez. Solo que esta vez, ya tengo todos los capítulos escritos y revisados de antes. Solo tengo que pasarlos al ordenador. Es un alivio, y me permite disfrutarlo mucho más y ser más constante.




Detrás de su sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora