Capítulo 16: Borrarlo de mi mente
Cuando di por satisfecha mi curiosidad, decidí volver. Puede que un poco después. Aunque para ser justos, cualquier persona normal habría intentado retrasar el regreso a la prisión el mayor tiempo posible después de vivir lo que yo había vivido.
Pensar en los cadáveres que posiblemente todavía estuvieran en la sala de mandos, en la misma posición y con la misma mueca dibujada en el rostro eran motivos más que suficientes para que yo intentara retrasar el máximo tiempo posible mi llegada.
Además, el día de hoy me había dejado totalmente agotada, tanto física como psicológicamente. Cuando la adrenalina y la necesidad de alejarme cesaron, todo el cansancio se posó de golpe sobre mis hombros, como si mi castigo fuera cargar con todo el peso de las almas que habían muerto por culpa de mi curiosidad. Y no me quejaba. De hecho, merecía más. Por no haber sido capaz de conformarme con lo que me había dicho Ian, que al final había resultado ser verdad. No tendría que ser así. Le había ganado. Había conseguido la información, pero deseaba no haberlo hecho. Ahora todas esas muertes eran tanto culpa mía como suya, aunque no hubiera sido yo quien hubiera empuñado el arma.
Con la cabeza agachada, salí de allí; y con esa misma postura llegué de regreso al lugar que me había convertido en una asesina.
Como había imaginado, todo era un caos. Guardias por aquí y por allá, sin apenas rastro de tristeza en el rostro, pero indudablemente furiosos.
Me di cuenta de que a ellos les pasaba algo muy parecido. Estaban furiosos porque habían matado a los suyos, dentro de su propio territorio.
Apenas llegué me encontré con el chico al que le había dado la nota antes de escaparme. Parecía que se iba a desmayar del alivio cuando me vio.
-Aquí estás. Te hemos estado buscando por todas partes. Pensábamos que te había pasado algo.
-No, yo solo...necesitaba alejarme de aquí. -no era del todo mentira.
-Entiendo. Tenías miedo ¿no?
No contesté nada. Simplemente hice un pequeño movimiento, pero ni siquiera yo estoy segura de lo que quería decir ese gesto.
-Se supone que ahora tendrías que ir con el jefe de seguridad y decirlo todo lo que pasó antes, durante y después de que encontraras los cuerpos.
Me di cuentas de que vaciló a la hora de decir "cuerpos". Tenía toda la pinta de que había estado a punto de decir cadáveres. En el fondo se lo agradecí. Ésa era una palabra demasiado cruda. Estaba claro que estaban muertos, pero tenía la estúpida sensación de que, si decía esa palabra, todo sería más real. Sin embargos, la palabra que usó sonó mucho más suave en mis oídos. Engañosa, sería el término correcto; ya que solo estaba distorsionando mi percepción de la realidad, pero me dio igual. Difuminar un poco la verdad no le haría daño a nadie. Aunque fuera solo por unas horas.
El guardia me miró y algo en mi aspecto le hizo volver a hablar.
-Aunque, estamos demasiado atareados ahora mismo. Puedes ir a dormir un rato si quieres. Te avisaremos cuando tengas que ir a declarar.
Supongo que se dio cuenta de mi estado, y lo atribuyó enteramente al cansancio. Sea como fuere, le hice caso. Y funcionó; un poco.
Cuando el mismo vigilante me encontró para que fuera a contar todo lo que había pasado, me encontraba mucho mejor. Sin rastro de cansancio, hasta la culpabilidad parecía carecer de importancia.
Llegué a una sala elegantemente decorada. Lo único que llenaba el espacio del cuarto era una mesa colocada horizontalmente desde el punto de vista donde yo me encontraba y dos sillas colocadas en los laterales. Los colores predominantes eran el negro y el gris, lo que le daba un aspecto serio y elegante. Parecía un mensaje directo hacia los reclusos. Cada centímetro de la estancia gritaba desafío. Era como si no estuvieran dispuestos a dejar que se les olvidara ni por un momento que no estaban a la misma altura.
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Detrás de su sonrisa
Fiksi UmumEn una prisión de máxima seguridad, el bien y el mal se confunden, destinos opuestos se solapan y el amor con el odio se revuelve. Secretos mortales, crímenes olvidados y lazos de sangre que jamás deben salir a la luz se esconden, hambrientos de san...