Capítulo 7. El comienzo de una nueva vida

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En cuanto llegué a casa, se sentía aún más fría, triste y vacía a como se había quedado en la mañana, y eso no ayudaba en nada, así que me fui directo a la habitación, la cual me brindaba confort y tranquilidad. Me recoste en la cama y me venían a la mente cada frase que le había mencionado. Se repetían una y otra vez, como una canción, resonando en cada pared de mi habitación. La ansiedad y el nerviosismo se hacían presentes y eso más me tensaba. Ni si quiera quería pensar en las consecuencias que esto tendría y fue entonces cuando busqué la manera de distraer todo pensamiento acerca de eso, haciéndolo ajeno a aquella declaración irreverente y estúpida. Hice las tareas de la escuela que debía entregar el lunes, también hice la comida y el quehacer de toda la casa, quería distraer mi mente de ese recuerdo. Me estaba dejando exhausto, haciéndo que me perdiera a mi mismo. Quería que alguien me agitara fuerte y me despertara. Me sentía atrapado. Eran las once de la noche y para mi parecía medio día, así que decidí tomar una ducha para esclarecer mis ideas.

Abrí la llave de la regadera, dejando caer el agua sobre mi cuerpo desnudo. En cuanto el agua golpeaba el piso del baño, se proyectaba la imagen de su hermoso rostro y  de cada gesto que tenía cuando pronunciaba las palabras de aquella hermosa confesión de amor, de mi amor por él y de todas las emociones que ocasionaba. Sabía que no podía resistirme a él y a su recuerdo. Pero ahora él ya conocía la verdad, que a pesar de tanta soledad, tristeza y amargura, él era lo único que tenía sentido para mi. El jabón que había limpiado mi cuerpo caía al piso al mismo tiempo que el agua, decidí enjuagarme para finalizar mi baño ya que el cansancio y la pesadumbre se apoderaban de mi cuerpo. En cuanto terminé sequé mi cuerpo, salí del baño para tomar la pijama de mi armario y me vestí porque ya quería ir a dormir.

Apagué la luz de mi habitación. La luna bañaba con sus bellos rayos plateados este lugar, dejándome paz y tranquilidad. Que por alguna razón me hacía necesitarlo tanto. Después de eso me quedé profundamente dormido.

Los rayos del sol entrando por mi ventana hicieron que me despertara más tranquilo, sentía que todo se había esclarecido dentro de mis pensamientos, y se había aligerado la carga dentro de mis pesares, ahora Derek ya sabía lo que mi corazón sentía por él. Ese sentimiento que me estaba volviendo loco había sido confesado, pero tendríamos que vernos eventualmente, porque esta cuidad es muy pequeña y no podría esconderme de él por mucho tiempo ¿así que cómo voy a lidiar con eso?.

El día paso muy rápido, ocupé mi mente en otras cosas y de igual manera no quise salir de casa. Me sentía tranquilo dentro de ella y de mi habitación. Ya no aguantaba más ¿de qué servía tanta preocupación si ya no había vuelta atrás? Ya lo había dicho y eso no cambiaría en nada y recordé lo que pensé en cuanto me marchaba de aquel lugar dejándolo solo a él, gritando mi nombre. Soy tan feliz que podría morir.

La semana pasó muy rápido, igual como todas las demás. Otra vez era viernes, ya han pasado varios días desde que le confesé a Derek mis verdaderos sentimientos por él, no me lo he topado, ni a venido a querer arrancarme la cabeza por tal declaración. A lo mejor no le dió mucha importancia a algo tan insignificante como eso, porque al fin y al cabo eso a de significar para él, una cosa sin importancia. Yo sólo soy un chico hormonal adolescente que clavó los ojos en la persona equivocada, a lo mejor para Derek eso no significó nada. Fue en ese momento cuando una pregunta salió a flote ¿Por qué gritaba mi nombre cuando me iba de aquel lugar? Esa pregunta llegó a mi cabeza ¿por qué lo gritaba? O ¿por qué me llamaba? Mi mente me jugaba muy sucio y mi corazón no quería hacerse ilusiones, porque si me las provocaba y subía muy alto podría caerme y golpe iba a ser muy doloroso, tanto que no sabría si podría soportarlo, porque una vez que haya caído no sería capaz de poder levantarme.

Quería buscarlo y encararlo pero mi miedo, al igual que la vergüenza, no me lo permitía. Me daba pánico el solo hecho de pensar que llegaría a decirme cosas horribles. Y que tal si termina por ignorar mi presencia, así como hicieron todos los demás, que terminaron por ignorarme por completo. Pero no quería más preocupaciones ya que tenía en puerta los exámenes de invierno y no quería reprobar ninguno de ellos. Pero gracias a mi confesión imprudente puedo concentrarme más y enfocarme en mis nuevos proyectos, en lo que a la escuela se refiere. No tener cargando ese secreto me hace sentir ligero, como si la lápida de mármol que hubiera cargado encima por meses hubiera sido destruida, al momento de tal declaración. Pero ya no quería pensar en ello, así que decidí ponerme a estudiar.

Fuiste la claridad en días tristes  [♡.。.:*๑ Sterek ๑*:.。.♡]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora