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Maratón°°°°°°°°°°°°°°°°°2/3°°°°°°°°°°°°°°°°°

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Maratón
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Edmun buscaba a Lucy palpando la oscuridad. Esperaba encontrarla en unos pocos segundos y se sorprendió mucho cuando no fue así. Decidió volver a abrir la puerta y dejar entrar un poco de luz; pero tampoco consiguió encontrar la puerta. Aquello no le gustó nada y empezó a buscar a tientas desesperadamente en todas direcciones; incluso gritó.

-¡Lucy! ¡Lu! ¿Dónde estás? Sé que estás aquí- No hubo respuesta y Edmund observó que su voz tenía un sonido curioso; no el sonido hueco que cabe esperar dentro de un armario, sino una clase de sonido propio del aire libre. También se dio cuenta de que sentía un frío inesperado; y entonces vio la luz.

-Menos mal- dijo -La puerta debe de haberse abierto sola- Olvidó todo lo referente a Lucy y fue en dirección a la luz, pues pensaba que provenía de la puerta abierta del armario. Sin embargo, en lugar de salir a la habitación de invitados se encontró saliendo de la sombra de unos abetos tupidos y oscuros para ir a parar a un lugar al descubierto en medio de un bosque.

Camino esquivando ramas de pino y llenando sus zapatos de nieve confundido se encontró con un farol en medio de un pequeño claro del bosque, admiro la belleza de ese simple objeto.

Todo estaba en completo silencio, como si él fuera el único ser vivo de aquel país. No había ni siquiera una ardilla entre los árboles, y el bosque se prolongaba hasta donde alcanzaba su vista. Se estremeció de frío.

En aquel momento recordó que estaba buscando a Lucy, y también lo mucho que se había burlado de su "mundo imaginario", que ahora resultaba ser todo menos imaginario. Se dijo que la niña debía de estar en alguna parte, no muy lejos y, por lo tanto, la llamó a gritos.

-¡Lucy! ¡Lucy! También estoy aquí... soy Edmund- No obtuvo respuesta. "Está enojada por todas las cosas que le he dicho", pensó. No le gustaba admitir que se había equivocado, pero tampoco le gustaba mucho estar solo en aquel lugar extraño y frío; de modo que volvió a gritar. -¡Eh, Lucy! Siento no haberte creído. Ahora me doy cuenta de que tenías razón desde el principio. Anda, sal. Vamos a hacer las paces- siguió sin recibir respuesta. "Una chica tenía que ser" se dijo a si mismo "estará enfurruñada en alguna parte, y no querrá aceptar una disculpa".

Volvió a mirar a su alrededor y decidió que no le gustaba mucho aquel lugar, y casi había decidido volver a casa cuando oyó, muy lejos en el bosque, un sonido de cascabeles. Aguzó el oído y el sonido se acercó más y más, hasta que al final apareció veloz ante su vista un trineo tirado por dos renos.

En el trineo, estaba sentado un enano rechoncho que, de pie, no mediría más de un metro de altura. Iba vestido con pieles de oso polar y en la cabeza llevaba un gorro puntiagudo de color rojo una enorme barba le cubría las rodillas y le servía de manta. Pero detrás de él, en un asiento mucho más elevado en el centro del trineo estaba sentada una persona muy distinta: una gran dama, más alta que cualquier mujer que Edmund hubiera visto jamás.

Sempiterno─《𝐓𝐡𝐞 𝐂𝐡𝐫𝐨𝐧𝐢𝐜𝐥𝐞𝐬 𝐨𝐟 𝐍𝐚𝐫𝐧𝐢𝐚》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora