10

1.9K 316 24
                                    

Siempre creyó que sólo las mujeres podían tomar una apariencia sexy al usar una playera grande, pero cuando vio a Gulf haciendo presencia en la cocina, con una playera que cubría parte de sus muslos, sintió una corriente eléctrica paseando por todo su cuerpo.

Recordó cuando Carolina usaba sus camisas y lo mucho que le encantaba lo sexy que se veía. 

Pero en su esposo había un pequeñísimo detalle extra: su pancita. 

Aunque la playera le quedase holgada, se asomaba el pequeño bultito y eso añadía ternura a la apariencia del más joven. 

Soltó un pequeño suspiro. Desde un principio sabía que debía deshacer cualquier pensamiento que involucrara sentimentalmente a su esposo, porque sólo los unía esa estúpida argolla y un crío que aún no nacía. Pero a esas alturas ya era demasiado difícil quitárselo de la cabeza.

Frente a él, Gulf sonreía, tarareaba una canción y preparaba la cena para ambos, imaginó cómo sería pasar su día a día con tan deslumbrante chico. Pensó en su vida si no tuviese que divorciarse de la persona que desposó en el estado más bajo de embriaguez. 

Otra vez ese estúpido sentimiento estaba intentando colarse en su pecho, pero no lo permitiría. Cada vez que sentía su corazón latir con tal violencia, llegaba a su cabeza Carolina. 

El fatídico día en que llegó a casa y se encontró a su novia encuerada con otro tipo. La sensación de sentir su corazón haciéndose añicos y el mundo a su alrededor apagarse. ¿Quién le aseguraba de que Gulf era diferente a ella? No podía simplemente arriesgarse. 

No se arriesgaría a amar nuevamente a una persona que podría dañarlo. 

Y es en ése preciso momento, justo cuando sus pensamientos le están jugando una mala pasada, sus ojos se posan en el refugio de su hijo.

Lo odia porque lo siente.

No quiere a su bebé precisamente por culpa de la misma chica que lo lastimó. Porque esa sensación, ésa conexión que sólo un futuro padre puede sentir con su hijo, ya la sintió y fue cruelmente destruida. 

Amó a un bebé que no pudo nacer. 

Se lo arrebataron y Carolina sólo dio la excusa de que aún no estaba lista para ser madre. Lo peor es que usaba una manera tan desalmada y cruel para decirlo, no entendía como no había ni una pizca de arrepentimiento en ella. Él sólo podía hacerse el desinteresado, como si ese tema le diera igual y sacaba su lado más podrido.

Era injusto y lo más profundo de su consciencia lo sabía. Gulf y el engendro estaban pagando los platos rotos que dejó ella, y aun sabiéndolo, no se doblegaría.

-¿Phi?

Mew alzó su vista para posarla en su esposo, sólo hizo un sonido como respuesta.

-¿Te sientes bien?

-Sí, ¿Por qué lo preguntas?

Gulf tenía un semblante preocupado y paseó suavemente la yema de sus dedos por el torso de la mano morena.

-E-Estás llorando...

El mayor abrió sus ojos como platos y con sus manos tocó sus mejillas, estaban húmedas, incluso al pestañear sintió otra gota caer.

Un nudo se formó en su garganta. ¿Qué rayos le pasaba?

Tomó una servilleta y secó rápidamente sus mejillas. No quería dejar ningún rastro de vulnerabilidad y mucho menos frente a Gulf, pero cada vez que pasaba el papel desechable por su rostro, otras lágrimas volvían a caer. 

Como una estrella MewGulf FinalizadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora