Harry había llegado a casa después de haber caminado 10 minutos junto a sus amigos y compañeros de colegio: Niall, Liam, Ema y Daria. Entró a su casa y besó en la mejilla a su madre, aquella mujer muy parecida a él –Harry, cariño- llamo al chico que se encontraba dispuesto a picotear la comida que estaba sobre la mesa –deja tus cosas en tu habitación y vienes a comer conmigo- ordeno cariñosamente la madre de Harry, Anne –de acuerdo- respondió sencillamente e hizo lo que su madre dijo. Subió las escaleras y aventó su mochila sobre la cama. Estaba por salir de ahí y bajar las escaleras de dos en dos para por fin saciar su hambre de adolescente en desarrollo, cuando vio algo sobre el mueble en el que se encontraba su computador: una rosa.
Pero no una cualquiera, aquella rosa era azul. Realmente hermosa. Harry, con el ceño fruncido, recogió la rosa la cual tenía una pequeña nota amarrada con un listón. Era un sobre pequeño con un corazón azul en éste. Al abrirlo sacó la nota y leyó en su mente "Eres mi luz, eres mi dicha, quiero estar junto a ti, de noche y de día." Aquello era algo muy lindo, al igual que la letra. Harry solamente se sonrojo y guardo nuevamente la pequeña nota, dejándola en una caja donde guardaba las cosas importantes. Olió la rosa y sonrió, mostrando sus hoyuelos -¡Harry, apúrate!- gritó su madre, haciéndolo volver a la realidad.
El día transcurrió normal, haciendo que llegara la noche. Harry durmió con la rosa en sus manos. Aquello era un detalle muy lindo, y lo hacía sentir especial. Especial y feliz.
