Sexta rosa.

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Harry no había visto a Louis desde el día de ayer y comenzaba a extrañar su risa, cosa rara ya que sólo tenían poco tiempo de ser "amigos", pero dejo de sentir tristeza al recordar que era martes, aún quedaban días para asistir a la escuela y posiblemente encontrarse con él.

Caminaba por las calles de Londres mientras escuchaba a su pianista favorito, escuchando aquella melodía que lo transportaba a lugares indescriptibles. Caminaba con la ilusión de encontrarse con el chico de ojos azules, pero él nunca apareció. No apareció en el receso, ni cuando su grupo tenía una clase libre, tampoco lo miró de vuelta a casa, así que decidió hacer una pequeña visita a la casa de los Tomlinson, ¿qué podría pasar?.

Dejo sus cosas y avisó a su madre que iría a visitar a Louis, y me refiero a que realmente avisó, sólo le grito y salió como rayo de su casa. Dio unos cuantos pasos y toco la madera blanca por la cual estaba elaborada la puerta de la casa de los Tomlinson. Harry estaba sonriente frente a aquella puerta –hola cariño- saludó una desgastada Jay –hola, ¿cómo sigue? Louis me dijo ayer que está enferma- preguntó Harry, sintiendo pena al recordar que no había llevado nada, Jay debía pensar que era un mal educado –oh, bueno, creo que algo mejor, Louis se quedó a cuidarme y no se despegó de mí en ningún momento, pero pasa- le invitó, dejando un espacio para que Harry entrara, cosa que hizo.

Jay le dijo al rizado que esperara a Louis en su habitación y Harry hizo caso, subiendo las escaleras y abriendo la puerta blanca con fotografías y dibujos pegados en ella. El cuarto de Louis era un desastre, había ropa por doquier, platos sucios sobre el mueble de su computadora y su cama estaba echa un desastre, posiblemente a su madre le daría un infarto al ver aquella habitación. Se sentó en la orilla de la espaciosa cama de Louis, esperando.

El picaporte giró y Harry automáticamente sonrió, aquello significaba que Louis entraría, pero nunca se imaginó que lo haría de esa manera. Tenía una toalla amarrada a la cintura, con su cabello húmedo y algunas gotas caían de las puntas hasta su pecho desnudo –Harry, que sorpresa- confesó Louis, sintiendo vergüenza por la condición en la que se encontraba –sí, lo siento, si quieres me voy- Harry miraba a cualquier otro lado que no fuera Louis, sentía como sus mejillas ardían –no, no hay problema- Louis abría y cerraba cajones, mientras sacaba ropa de ellos –ahora vuelvo- y salió nuevamente, dejando solo a Harry. Solo y sonrojado.

Por alguna razón extraña que no comprendía se sentía raro, él se había duchado con sus compañeros muchas veces y nunca había tenido algún problema en ver desnudos a sus amigos ni sus amigos con que un gay los viera desnudos, pero aquello era diferente. Con Louis había sentido algo distinto.

Louis subió sus pantalones y reía al recordar la cara de Harry, se miraba tan adorable cuando se sonrojaba y aquella no había sido la excepción, la manera en que giro rápidamente su rostro para no ver a Louis le había encogido el corazón, era un pequeño adorable. Definitivamente aquel chico era maravilloso, no por nada estaba enamorado de él.

Harry le contaba sobre su día pero algo paso, algo que realmente le hizo desear desaparecer: su estómago rugió cual león -¿eso fue tu estomago?- preguntó Louis, aguanto las ganas de reír –si... bueno yo... no comí por venir acá- confesó Harry –estaba por pedir comida, mamá no puede cocinar y bueno, yo no sé hacerlo- confesó con vergüenza el de cabello lacio –oh bien ¿tu mamá puede comer pizza?- Louis rio por la pregunta –sí, sí puede comer pizza.

La noche estaba por llegar y Harry seguía en casa de Louis. Las horas habían pasado rápido, entre risas y conversaciones, aquello era lo que ambos habían necesitado desde hace tiempo  -creo que es hora de que me vaya- Harry miró su reloj mientras se levantaba del sofá –uh, sí, eso creo ¿nos vemos mañana?- Louis caminaba a la puerta acompañando a Harry –claro que sí- Harry sonrió y sus hoyuelos se hicieron presentes. Louis abrió la puerta y se encontraron con Anne y sus nudillos a punto de tocar aquel pedazo de madera –oh chicos, estaba por tocar, Harry, es hora de ir a casa- Harry se sonrojó, aquello lo avergonzaba, ya no tenía 8 años –lo sé mamá, estaba por ir para allá- Anne rio y Louis se derretía en su lugar –bien, que tengas una buena noche, Louis- Harry le dio una corta sonrisa a Louis y este sintió que el corazón se le salía –igualmente, buenas noches- Louis cerró la puerta, pero antes de cerrarla completamente logró observar como Anne abrazaba a Harry con cariño maternal, como todos los abrazos que su madre le daba.

Corrió rápidamente hasta su habitación y saco un sobre y una tarjeta pequeña, buscando desesperadamente un bolígrafo, encontrándolo bajo unos cuantos cuadernos. Escribió rápidamente y salió de su cuarto, caminando con mucho cuidado hasta la casa de Harry y revisando que no hubiera nadie en su habitación. Abrió la ventana con mucho cuidado y dejó la rosa y la nota del día, apresurándose a salir al escuchar la voz de Harry cercas. Corrió hasta su casa mientras tenía una sonrisa en el rostro. Una vez que estuvo en su habitación apagó la luz, espiando por la ventana, tratando de no ser descubierto. Ahí estaba Harry con una toalla en sus rizos y la rosa azul en sus manos, una sonrisa en su rostro y un brillo especial en sus ojos.

Todo valía la pena. Harry valía la pena.

"Tu inteligencia es de envidiar. Tus rizos también. Al igual que tus hoyuelos, pero lo que envidio más es a la gente que te puede abrazar."


Rosas Azules.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora