Décimo novena rosa. (Final)

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Hoy era el tan esperado día. Por fin, la cuenta regresiva se había acabado y el día encerrado en el calendario había llegado. Todos estaban nerviosos, con los nervios a flor de piel. Harry sentía que en cualquier momento se iba a desmayar, o iba a vomitar de los nervios, y Louis bueno, podías verlo caminando de un lado a otro por toda la habitación, echándose aire con su mano.

–Vas a hacer un oyó si no dejas de caminar. – Jess avisó, reprimiendo su risa.

Después de que Harry insistiera en que Jess debía ser el padrino Louis aceptó no muy animado, pero no podía decir "no" a ninguno de los caprichos de su amado. Y para sorpresa de Louis, Jess resultó ser un buen chico. Tenían gustos similares en deportes, música, películas, y hasta en cerveza. Louis bromeaba con que dejaría a Harry y se casaría con Jess, así que Harry se tiraba sobre él y le hacía cosquillas por todo el estómago, y lo miraba con los ojos entrecerrados "tú me dejas y yo te rapo las cejas mientras duermes, Louis Tomlinson" amenazaba siempre y Louis se soltaba en carcajadas por lo infantil y tierno que era Harry.

En otra habitación teníamos a Harry con su madre, quien intentó no llorar al ver a Harry con aquel traje, pero al final no lo logró y arruinó un poco su maquillaje. Harry sentía que sudaba a montones, por todo el cuerpo y que los pulmones no retenían suficiente aire.

Sinceramente nadie podía saber cuál de los dos se encontraba más nervioso. Eran adorables.

La gente ya había llegado, saludado a la gente que conocía y presentándose con otros cuantos. La boda se estaba llevando a cabo en un lindo parque que Louis y Harry encontraron un día que inesperadamente Louis había pensado que sería buena idea ir a dar un paseo, terminaron totalmente empapados por la lluvia, con los zapatos llenos de lodo y el pantalón manchado casi hasta la rodilla, y como si no pudiera ser peor, ambos enfermos. Louis no tuvo tanta suerte como Harry, quien se alivió pronto, y tuvo que pasar más días en cama, comiendo sopas que Harry le preparaba. La verdad era que le había gustado estar tan consentido, pero como hombre testarudo que es, nunca lo aceptaría. Así que un día soleado decidieron ir de nuevo, y ambos se sentían tan tranquilos y felices en ese pequeño parque que decidieron que ese era el lugar indicado.

No había muchas personas. Unos cuantos familiares, amigos de la escuela y del trabajo, y unos nuevos amigos que habían hecho gracias al futuro restaurante que abrirían en un par de meses.

Hubo un momento en el que los comentarios negativos hicieron presencia en ambos chicos, haciéndoles pensar si no estaban yendo muy rápido con todo: la boda, vivir juntos, el restaurante. A pesar de lo felices y enamorados que ellos se veían, la gente aún se empeñaba en decir que eran muy jóvenes para decir pasar el resto de sus vidas juntos. Que debían viajar, conocer más lugares, estudiar más, salir con más gente. Pero ellos sabían que todo eso era sólo por envidia, así que decidieron hacer lo que siempre: no dejar que los sueños frustrados de los demás derrumbaran los suyos.

Sí, estudiarían, sí, viajarían, sí, conocerían más gente. Harían todo eso y más, juntos.

Algunas amistades de ambos habían tomado en broma quién entraría primero y quién al último, incluso habían apostado que Harry sería el último en entrar (haciendo burla a que es el más delicado de la relación) y como Louis conocía tan bien a su padrino de bodas, decidió que los dos entrarían al mismo tiempo, frente a frente.

Cada uno se encontraba frente a aquella puerta de madera que separaba su presente de su futuro. Su antes y su ahora. Su vida sin él otro y su vida junto a él. Esa puerta separaba una vida en la que se habían sentido solos, no queridos, insuficientes, rotos y una vida en la que tendrían un cuerpo al cual abrazar al dormir, unos labios que besar al despertar, una voz que escuchar mientras se baña, unos ojos que admirar, una persona dispuesta a amar y a dejarse amar con cada parte de su cuerpo.

Dieron un último suspiro y tocaron el picaporte, abriendo la barrera separadora, dando un paso al futuro.

–Yo, Louis Tomlinson, prometo amarte en los días malos y en los buenos. En los días de tormenta y en los días soleados. En los días en que tu café quede muy dulce y muy agrio. En los días en que tu equipo de futbol americano gane y cuando pierda. En los días en que necesites que te cante para dormir y en los que te quedes dormido en el sofá por ver televisión hasta tarde, todos los días que me quedan de vida.

–Yo, Harry Styles, te tomó a ti, Louis Tomlinson, como mi esposo y prometo cocinar sopas cuando estés enfermo, llevarte el desayuno a la cama cada domingo, manejar de regreso a casa después de tus partidos de fútbol, esperar despierto hasta que llegues a casa tarde porque decidiste ir a beber unas cervezas, no quejarme cuando intentas cocinar y al final debo limpiar yo, todos los días que me quedan de vida.

–Harry...
–No digas nada, Louis, no hace falta.
–Debo decir algo...
–No puedes arruinar ni empeorar este día ni aunque lo intentes...
Te amo, mi ángel.

Y así, ambos chicos bailando su primer vals, abrazando sus cuerpos y oliendo sus aromas, unieron sus vidas, esperando que lo que sus corazones y almas unieron, no lo separé nunca nadie.



Fin.

Rosas Azules.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora