Nícolas Mortensen.

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Todos tenemos cierto tipo de visiones, de pronto estás sentado en el comedor de tu casa y ves pasar una sombra o estás a punto de dormir y suena algo inexplicable que te remueve el pensamiento, pero tu cerebro se encarga de buscarle la lógica para calmarte, o eso es lo que nos dicen... Solemos sentir cosas que pensamos que otros también, la ansiedad te ha corrompido más de alguna vez pero crees que es normal, "a mis amigos también les ha pasado", ¿Qué pasaría si te dijera que nada de lo que estás viviendo lo viven otros?, que sólo tú ves esas sombras, que sólo tú escuchas esos pasos y sientes esas voces, esa interferencia, esos pitidos y escalofríos.

Mi nombre es Nícolas Mortensen, sé que es un nombre extraño pero le va perfecto a esta clase de historia, también creía que los demás eran como yo o que yo era como los demás y que encajaba, pero a la fuerza todos entramos en la caja ¿O no?, y el que decide abrir los ojos es tildado de loco o simplemente un idiota fantasioso, aunque prefiero pensar que los "conspiranóicos" son un tema aparte. En esta ocasión me permití indagar más allá de los límites y los prejuicios que yo mismo establecía, supuse que era mucho mejor averiguar lo que me mantenía alerta durante la noche, porque muchos tenemos problemas al momento de querer conciliar el sueño, pero no sé cuántas personas escuchan murmullos a la hora de dormir, ¿Tú oyes esos murmullos bajo la almohada?, como si hubiese alguien pequeñito escondido entre las plumas tratando de convencerte de su existencia.

Por supuesto que recibí apoyo psicológico en la escuela por mis patéticas anécdotas con fantasmas, pero concluyeron que sólo era un niño con falta de atención, lo que de hecho es bastante apegado a la realidad, hoy a mis diecisiete años me doy cuenta de lo solo que estuve en mi infancia, mi pobre relación con Sarah Larter, mi madre, es una de las causantes de mi insomnio, el miedo de que algo le pasara en ese café de mala muerte donde trabaja hasta el día de hoy me privaba de un buen dormir, pero en fin, tras explorar mis dramas familiares me di cuenta de que la soledad era sólo una piedra en el zapato y es que tengo miles de problemas (y piedras), como por ejemplo la porfiria, te preguntarás "¿Qué es eso?", ni si quiera yo lo entiendo, la porfiria es parte importante de mi vida, el doctor dice que interfiere con el traslado del oxígeno en mi sangre, por lo que mis idas al hospital eran frecuentes y mi madre me retiraba siempre de la escuela desde los doce años.

Toda esta trágica historia me trae al presente, viviendo en una linda casa en el horrible pueblo Paradisum, que no le hace honor a su nombre, más bien lo aborrece, con mi madre vivimos al oeste de la ciudad de Cluj Napoca, próximos al enorme bosque de Hoia Baciu, pero qué mejor sitio para encajar, habitar al lado del páramo del terror y es que ¿Quién no ubica a Hoia Baciu?, "el bosque maldito de Rumania", "el triángulo de las bermudas de Transilvania", en donde ocurren cosas sin explicación y los rumores viajan como palomas por el pueblo, Paradisum está habitado por muchos ancianos que crecieron en base a leyendas y al miedo, por lo que esas historias han pasado a sus nietos y la histeria colectiva invade hasta hoy en día el lugar.

El bosque de Hoia Baciu se condice con la ciudad, tiene árboles retorcidos y pocos animales, consta de 3 kilómetros cuadrados y está rodeado por un valle artificial llamado Taietura Turcului, pero digamos que no es un sitio muy concurrido, a pesar de que si se realizan actividades guiadas como caminatas y ciclismo, suele ser visitado por muchos científicos, estos estudian diferentes áreas del páramo, ya que la tierra parece estar muerta pero sigue creciendo la vegetación. Desaparecen más personas en manos de otras personas que en bosques encantados, pero sí, yo si le tengo respeto a Hoia Baciu, aunque la curiosidad y el misterio me tienen intrigados desde que llegamos al lugar, pero con mi pésima salud una excursión no es una opción viable, sin embargo, mi fiel compañero Maximilián me ha ayudado a planear dicho viaje desde que teníamos quince, el único amigo que hice tras mudarme y el mejor en el puesto.

Maxi es un joven de rizos castaños, de un metro sesenta y ocho y ojos café dorados con pintas amarillas en ellos lo que es su mayor atractivo según sus propias palabras, vestía con pantalones de mezclilla, cortavientos coloridos, zapatillas con caña alta y gorras de lana, el tipo con más estilo del pueblo, claro, la mayoría de ahí vestía con camisas con cuadros y pantalones de tela con tirantes, pero aun así resaltaba en todos lados, él era el divertido del dúo, por lo que cuadrábamos bien juntos. Mi estilo era mucho más básico que el de mi amigo Maxi, vestía con enormes chalecos de lana ya que mi inseguridad era una parte vital de mí, el ser delgado era al parecer la característica que más resaltaba de mi cuerpo, usaba pantalones negros lo bastante ajustados y bototos del mismo color, gorros, bufandas y chaquetas ya que la porfiria me hacía pasar demasiado frío, tengo los ojos verdes y grandes idénticos a los de mi padre o eso dice Sarah, la piel pálida y la nariz pequeña heredada de ella, cabello negro y algo ondulado, me gustaba llevar anillos en la infancia pero ya no, ni si quiera se verían con las mangas tan largas y se enredarían en la lana, Sarah dice que me encorvo mucho y no hago notar mi altura, pero en comparación a mis compañeros soy bajo midiendo un metro y setenta, es decir, en Rumania todos miden más de un metro ochenta.

El Reino de Morte (l)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora