El monstruo muerto que a besos despierta.

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Si bien era un simple híbrido tenía un control de mi olfato y visión sobrenatural, pero debía admitir que no lograba sentir el aroma de las ratas del reino de Necro, Nékir dio el primer zarpazo a la reina y esta le mordió sin pensarlo, estaban batallando y debía involucrarme, había sido mi idea, pero ¿Dónde estaban los demás? Me lancé sobre Mircea logrando que Nékir se zafara de su mordida, le arañé los ojos haciendo que perdiera algo de visión, sus párpados sangraban y ella emitía leves quejidos parpadeando con cuidado, tenía que matarla, no iba a ceder con nuestra amable petición, yo tampoco lo haría supongo, era ridículo pensar en una alianza entre reinos, eso no contentaría a los míos.

Cuando nadie lo esperaba llovieron ratas mutantes de los árboles, ¿Cómo llegaron ahí y ningún demonio las notó?, rápidamente me levanté empujando a la reina, Mefisto estaba siendo atacada por dos ratas armadas con navajas, Gólgota tenía a una capturada de las patas y Maxi y Sedric estaban luchando contra uno de los roedores, me apresuré a ayudarles pero el rubio se adelantó a mis movimientos y con una sola maniobra le quebró el cuello a la criatura con ambas manos sin esfuerzo, ¿Qué acababa de pasar?, Maxi estaba tan sorprendido como yo, le tiré la manopla de cristales a sus pies y la recibió, él y el rubio siguieron atacando a los enemigos con audacia mientras que Nékir devoraba a uno de los guerreros, los otros demonios estaban ganando con facilidad, sólo faltaba Mircea quien seguramente se ocultó.

- ¡Están cubiertos de sangre de gallina para que no los oliéramos! -gritó Nékir- ¡Sabían que veníamos, alguien nos traicionó!

- ¡Nícolas, mata a la reina! -me gritó Cayce segundos antes de comerse la cabeza de una rata, para la gata era un festín, o eso creía, eso es lo que las caricaturas dictaban.

- ¡Voy!

¿Dónde estaba?, sólo la perdí de vista un minuto mientras tanto fui a socorrer a Mefisto pero me detuve cuando vi cómo se devoraba a los enemigos de un mordisco, estábamos ganando de un modo u otro, las ratas se escabullían por los árboles y atacaban desde arriba, todos estaban peleando, los demonios más grandes no tenían problema, Crocell en cambio se las ingeniaba para morder patas y colas.

Caí al suelo al sentir una ola de corriente y calor en la espalda, la reina Mircea me clavó una espada con toda su fuerza y chorreaba la sangre negra como la noche por mi pecho, atravesó mi cuerpo y removió su arma para que la herida no cerrara jamás.

- ¡Te atreves a venir a mi reino y hacer una petición ridícula!, ¡Jamás serás uno de los nuestros!

Mi rostro chocó en el suelo, sentía el aroma de las hojas y la tierra, la humedad del aire y el frío en los pies, la sangre caliente me recorría el abdomen y mis ojos anhelaban cerrarse, oí los pasos desenfrenados que a mí se acercaban y expulsé mi último aliento, los rostros deformados de Maximilián y Sedric fueron lo último que vi antes de morir.

¿Así era la muerte?, un enigma que todos los seres vivos en este planeta deseaban resolver, sentía escalofríos en todo el cuerpo y la desesperación de no poder moverme o si quiera respirar, la sed me invadió la garganta y el ruido desapareció, había vivido muy pocos años pero no tenía grandes planes, quizás el no tener asuntos pendientes me traería paz con el paso del tiempo en ese espacio oscuro y asfixiante, la muerte no era algo hermoso como decía la religión y definitivamente no era como estar dormido, sólo sentía miedo.

- Nícolas, por favor -Sedric lloraba.

¿Le escuchaba desde el más allá?, pensé que me iría al infierno junto con mi padre, pero no.

- Hay que sacarlo de aquí -Maxi sollozó- no quiero verlo así.

- Llevémoslo al castillo -Cayce, ella sonaba exaltada.

El Reino de Morte (l)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora