Epílogo.

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Si bien podía controlarme junto a ellos que significaban todo para mí, dudaba de mis habilidades de contención frente a un público más amplio y desconocido, no sabía si podría mantenerme firme frente a sacos de huesos y tripas que no me fueran familiares, pero ahí estaba, en medio de una multitud con corazones latientes y exquisita sangre que fluye impulsada desde sus corazones. Las garras comenzaban a asomarse y mis dientes retráctiles amenazaban con salir a escena, que tragedia se formaría en la ciudad si se desatara una masacre tan sólo por un poco de hambre.

El Reino de Morte (l)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora