Sangre de oveja.

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Sedric nos llevó a mi casa en su automóvil, Maximilián vomitó varios minutos en el camino ya que decía sentir un fuerte olor ácido, mientras que yo seguía en estado de shock por lo que al llegar a mi casa el rubio nos preparó algo de té con gotas de limón, registró toda la cocina buscando miel para fallar en su misión, era mucho que digerir, pensando bien las cosas entendí que lo que me dieron a beber era sangre de quién sabe qué y que Anthony era un demonio real del infierno, uno verdadero... mi familia estaba condenada, jamás creí en el cielo, Sarah nunca estimuló la religión en mi así que ahora que sabía que inframundo era real significaba que el cielo también lo era y nunca lo vería.

No quería mirarme al espejo, no con esos ojos blancos que todos tenían, Gólgota y Mefisto, la tenebrosa Cayce y Anthony, Sarah tenía mucho que explicar pero no estaba en casa ¿Y si la iba a buscar al trabajo?, ella me pidió que nunca fuera a causa de que ahí no sabían de mi existencia, ocultó su embarazo para que no la despidieran y la mentira se le fue de las manos, era humillante para mí. Todos bebimos té, era cierto, tenía mucha sed y el agua no la calmaba, pero no iba a comerme a nadie, esperaba que mis amigos no pensaran eso de mí, me tomé mis medicinas y me quedé en silencio, muchas cosas comenzaban a cobrar sentido, las sombras y murmullos, nunca estuve solo realmente, me visitaban los demonios por la noche y Mefisto, la cierva gigante, ella me quería, podía sentirlo.

- Estoy muy cansado -dijo Maxi- mentalmente.

- Yo también -dije.

- ¿Cómo te sientes? -me preguntó el rubio.

- Comenzando porque ahora veo, me siento fantástico, ignorando eso me siento fatal, no comprendo nada, ni si quiera he podido asimilarlo y no imagino ustedes.

- Yo estoy bien, es decir, algo asustado al saber que hemos compartido el mundo con esas criaturas todo este tiempo, pero en el fondo todos sabemos que los humanos no estamos solos ¿No?, digo, cuidar este mundo no es una tarea fácil como para dejarla sólo en manos de los torpes humanos, destruimos todo, entiendo que se escondan de nosotros.

- Dudo que los demonios cuiden el mundo -suspiré.

- Pero han de existir los ángeles.

- Te lo tomas muy bien -le felicitó Maximilián- sigo algo traumado por todos esos dientes, tengo un diente en mi collar, hoy soñaré con dientes.

- Seguramente... -le dije- no puedo creer que Anthony sea real.

- Siempre quisiste conocerlo, aprovecha esto Nicky, no es el padre soñado, pero vamos, es un rey -abrió los ojos para enfatizar.

- Eso es lo que más me sorprende, que locura -boté todo el aire que tenía dentro.

- De todas formas, si quieres ir de nuevo cuenta conmigo -se ofreció el rubio- ahora estoy más preparado para afrontarlo -sonrió- no esperaba ver demonios hoy.

- Y yo, puedo ofrecerme como voluntario para probar la comida del lugar, se veía apetitoso.

- Era carne de quién sabe qué animal -le dije.

- Demonios... -se cubrió la boca con prisa y me aguanté la risa- sin ofender.

Maximilián sabía calmar las cosas, Sedric me dio un abrazo algo tenso de despedida y se llevó a mi amigo en su auto para dejarlo a salvo en casa. Al día siguiente no fui a la escuela, Sarah se estaba levantando para ir a trabajar, en la noche pasó de largo a su cuarto y la oí sollozar, por lo que en la mañana decidí enfrentarla, toqué la puerta de su cuarto y no salía, así que bajé a esperarla mientras calentaba algo de agua, me miré al espejo y si, mis ojos aún eran blancos y estaba más pálido que el día anterior, seguía con pillama y no planeaba cambiarme. Mi madre bajó velozmente la escalera, estaba huyendo así que corrí rápido y la atrapé en la puerta, pude sentir su miedo, su corazón latía tan fuerte que lo escuchaba claro.

El Reino de Morte (l)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora