La anciana y el cuervo.

7 1 10
                                    

¿Mariposas en el estómago?, eso sólo pasa en la ficción, yo sentía más bien una carrera de elefantes recorrer mi cuerpo, mi garganta se cerró y abrí los ojos encontrándome con dos zafiros que me miraban intensa y fijamente, me separé de él un poco sintiendo el calor en mis mejillas, no podía pensar bien, tomé mi forma humana sin dolor alguno, ¿Era un efecto secundario de ser un demonio completo?, miré hacia abajo intentando calmar mi ruidoso corazón, quizás él podía oírlo, se veía contento cargado de cariño y ternura, como si hubiese conseguido lo que tanto buscaba, sentía un silbido en mi cerebro que me impedía concentrarme y me ardía el rostro. No quería hablarle, estuvimos más de quince minutos juntos, separándonos sólo para recuperar el aliento y fue tan enérgico que el recordarlo me abochornaba, Sedric se alejó un poco y me tensé, se recostó en el respaldo de la cama y se estiró, aún tenía esa estúpida sonrisa estampada en la cara, yo me volteé y suspiré.

- Sedric... -dije bajito.

- Dime -se giró hacia mí con la expresión curiosa que tanto le caracterizaba.

- No sé qué acaba de pasar, pero... no puede repetirse -sentí que iba a vomitar mi corazón.

- ¿De qué hablas, Nicky?, nos besamos por varios minutos, ¿No te gustó?

- No es eso... yo no soy como tú, no puedo arriesgarme a eso.

- ¿A qué?

- ¿Recuerdas la historia de Lucifer?

- Si...

- Lo expulsaron, Sedric, por sodomía -ya lo había investigado...

- Nícolas, es una historia de hace milenios atrás.

- Y él es mi rey.

- ¿Qué significa eso?, ¿Me usaste para matar tu maldita curiosidad? -su tono cambió a uno más duro.

- Yo... no lo sé, no es mi intención herirte, pero no puedo seguir con esto, ni si quiera entiendo esto -nos señalé.

- Tú me gustas -cambió su voz a una más tranquila y sus ojos se apagaron...- no hay mucho que explicar, no soy un pecador o algo por el estilo...

- Yo no quiero seguir con estas cosas, lo siento -me levanté y sentí una punzada en el estómago, pero me guardé un quejido.

- Como quieras... -se levantó también.

- Sedric, no quiero perder tu amistad.

- No me perderás... no soy un idiota.

- Pero... por favor, no es tan importante, encontrarás a alguien igual que tú.

- ¿Sabes?, lo que más me gusta de ti es que no eres como yo -caminó hacia la puerta- y recuerda que no es Lucifer quien castiga la sodomía, él la practica, si es que tanto te interesa complacerle.

Se fue, sabía que le había tratado mal sobre todo después de lo sucedido, él me ayudó y me cuidó, me acompañó cuando más lo necesité desde el inicio sin si quiera conocerme, pero yo realmente jamás me detuve a pensar en Sedric como algo más, eso no era lo mío, sólo me había confundido por su amabilidad, él era consciente de lo que me causaba ¿No?, lo mejor era distanciarnos, no quería dar un paso en falso.

Tomé una camiseta, un pantalón, bóxers y un chaleco, salí descalzo y herido a las afueras del castillo, caminé hasta el lago sin saber porqué, algo me llamaba y me pedía seguir, me sumergí y el agua estaba congelada y mi espalda me estaba matando, sentía ardor en lugares donde la espada nunca tocó, me desnudé y comencé a refregarme la sangre para limpiarme un poco, debía cortar mi cabello pronto. Hice tronar mi cuello y me estiré, respiré hondo y ¡Sorpresa!, otra punzada, no podía seguir en el agua, no sabía nadar y el dolor me estaba destruyendo, sentía que algo intentaba escapar de mi cuerpo por mi espalda, me estiré lo más que pude para tocar y sentir qué andaba mal, tenía dos protuberancias en la parte alta, eran puntiagudas y algo suaves a la vez, estaban saliendo de mí, qué mierda.

El Reino de Morte (l)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora