catorce

1K 65 3
                                    

Nos acabábamos de sentar en la cama hace unos minutos y ninguno había dicho nada, solo había un silencio un poco incómodo.

— Haber, voy a empezar — dije cogiendo aire.

— Ey, no tengas presión vale? Tu a tu ritmo cariño — me dije acariciándome la mejilla.

— Anoche cuando te dormiste, no pude evitar pensar en lo que iba a ser de nosotros y de lo que tenemos, cuando esto acabe — dije con un nudo en la garganta — Obvio que quiero estar contigo y obvio que te necesito en mi vida. Pero las relaciones a distancia son una mierda Damiano, una verdadera mierda — dije mientras me caía una lagrima — No tengo el suficiente dinero como para pagarme vuelos a Italia cada dos por tres, tengo un piso y una vida que mantener en Barcelona. No sé cómo lo haremos. Todo esto te lo juro que me da mucho miedo lo que pueda pasar, no quiero volver a perderte — dije esta vez ya llorándotelo y respirando bastante fuerte.

— Cálmate y respira, cuando llorabas de pequeña si no lo controlabas te entraban ataques de ansiedad — dijo dándome la mano para que me calmara.

— Tengo miedo, te lo juro... — dije llorando.

— Te mentiría si te digo que no he pensado en eso, porque lo he echo — dijo acariciándome la pierna — Podrías volver a Italia, a tu querida Roma joder, el lugar donde has pasado una gran parte de tu vida. Se que quieres volver, porque tu mirada lo dice todo. Quieres volver donde fuiste feliz — dijo abrazándome — Y si tengo que mover cielo y tierra para que vengas lo haré. Porque te mereces volver, joder — dijo esta vez un poco furioso.

Si que es verdad que quería volver a Roma, donde fui feliz. Pero no sabía que iba a ser de mi vida de Barcelona si lo dejaba todo ahí. En Roma iba a ser muy difícil encontrar trabajo, y además tenía que encontrar donde quedarme a vivir.

Estaba echa un lío, y como siempre Damiano lo noto.

— Si te preocupa dónde vas a quedarte o si vas a tener trabajo, no te preocupes, lo tengo todo solucionado cariño — dijo sonriendo — La estancia la tienes resuelta, podrás quedarte conmigo, en mi piso en Roma. Podrás tener tu propia habitación aunque no creo que la utilices mucho porque te obligaré a dormir conmigo cada noche — dijo riendo — Y el trabajo, será una sorpresa, aún está por hablar definitivamente si será tu trabajo o no lo que he pensado, así que cuando lleguemos a Roma lo sabras — dijo mirándome a los ojos.

Iba a hacerle caso. Hace años que quiero volver a Roma. Me daba igual la vida que dejaba, mientras lo tuviese a él, lo tenía todo.

Iba a volver a mi sitio, a mi verdadero hogar, y nadie me lo iba a impedir.

— Espero que tu cama sea cómoda, si no eso de dormir cada noche juntos se verá — dijo riéndome y poniéndome de espaldas a él.

— Eso quiere decir que vienes? — dijo abrazándome.

— Si Dami, si que voy — dije girándome para mirarlo.

El muy idiota se puso a dar saltos de alegria y a decirme cuanto me quería una y otra vez.

Yo no podía parar de reírme de verdad.

Pero alguien tenía que dar el paso, alguien tenía que oficializar lo nuestro.

Esa persona iba a ser yo, me angustiaba la idea de saber que aún no estábamos juntos teniendo el fuerte vínculo que tenemos.

— Dami — dije sonriendo muy fuerte — Te puedo preguntar algo? — dije mirándolo a los ojos.

— Claro que si, mi niña — dijo sonriendo.

— Lo he estado pensado mucho pero... — dije yo también mirándolo — Quieres salir conmigo? — dije acariciandole la mano.

— Me lo estás diciendo enserio? — se puso las manos en la frente — Joder pues claro que quiero estar contigo — dijo súper feliz.

Me cogió la cara para besarme.

El beso empezó lento, y todos sabemos la misión que tienen esos besos, calentar.

Damiano me sentó encima suyo y me cogió del culo.

— Dami... — gemí.

— Te voy a hacer lo que no te hice la otra noche — dijo acariciando con una mano mi espalda.

Volví yo a besarle, esta vez más salvajemente.

Empecé a mover mis caderas encima de él, para provocarlo.

Seguidamente empecé a darle besos por el cuello.

El automáticamente me cogió del cuello.

Joder Damiano, sabiendo cómo me pone estas jugando con fuego.

Pues si estoy jugando con fuego quiero quemarme — dijo mordiéndose el labio.

Ya me daba igual pensar en alto, la sinceridad iba ante todo.

Ahora nos esperaba un rato movidito a los dos.

Amor sin fronteras // Damiano DavidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora