cincuentaicuatro

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Habíamos vuelto esta mañana al piso para poder recoger mi ropa.

Ahora estábamos comiendo en un restaurante que quedaba justo al lado de mi casa.

Damiano estaba muy concentrado mirando la carta porque no entendía nada y nunca había probado nada de la carta, según el.

Le pedí una tortilla de patatas para que la probara.

Yo me pedí una pequeña paella, la cual el también acabo probando.

— ¿Porque nunca había probado esta maravilla? — dijo relamiéndose los dedos.

Sonreí ante eso, me había parecido realmente mono.

— Cuando estemos en Roma, te juro que te haré una — dije sonriéndole.

El me sonrió ante ello, le había gustado la idea sin duda.

Seguimos comiendo y charlando sobre la gastronomía española.

Volvimos al piso para sacar las cajas y que el camión de la mudanza se las llevara.

Además también aprovechamos para poder sacar las fotos del piso ya que ya estaba listo para vender.

••••••

Por petición de Damiano, habíamos ido a la piscina interior del hotel, la cual estaba vacía.

Según el, era para relajarnos de estos días, pero yo ya conocía sus intenciones, y si quería jugar, íbamos a jugar.

Llegamos y dejamos las toallas en las tumbonas que habían a pie de piscina.

Me metí de golpe sin pensarlo, al igual que el.

Mientras me sumergí en el agua para mojarme el pelo, desate mi parte superior del bikini.

Salí y me acerqué a Damiano que estaba tocándose el pelo porque según el tenía algo.

El me miro y me sonrió.

Me quite del golpe la parte superior de mi bikini.

El me miro perplejo para segundos después, morderse el labio.

— Se porque me has traído aquí — dije mirándolo — Si quieres jugar, pues juguemos, David — dije mordiéndome el labio.

— La pequeña Fiore, es toda una pervertida — dijo mirándome fijamente — Ahora ven aquí, vamos a aprovechar que estamos solos.

Me agarro del brazo para que pudiese quedar pegada a él.

Sus manos se deslizaron mi mi espalda hasta que llegar a mi culo, el cual agarró como nunca.

Su boca atrapó la mia , y su lengua se coló también en ella.

Una de las manos que anteriormente estaban en mi culo, acabo en uno de mis pechos, masajeandolo.

Segundo después su cabeza bajó hasta ese mismo y lo lamió, para provocarme.

Solté un pequeño gemido ahogado.

Deslice mi mano hasta el elástico de su bañador, para luego colar mi mano ahí dentro.

Mi mano empezó con suaves movimientos en su miembro. Pude ver como se mordía el labio, cosa que a mi me puso más.

Acelere la velocidad a la que iba mi mano , para así poder darle más placer.

Vi que sus piernas se tensaban, pero antes de llegar a eso, paró mi mano y la saco.

— No tengo planeado correrme así — dijo mirandome — Espera aquí — dijo saliendo de la piscina.

Abrió la bolsa que habíamos cogido con nuestras cosas y sacó un preservativo.

Este hombre siempre va preparado y yo la verdad es que no me entero.

Volvió a meterse ya con el preservativo puesto.

Volvió a cogerme como me tenía antes, aferrada a él.

Se deshizo de lo que quedaba de mi bikini, y se introdujo dentro mío.

Me mordí el labio inferior cuando note que entraba y además giré los ojos, por el placer que me había dado.

Para profundizar la penetracion, agarró mi culo y empezó a moverlo, de atrás a delante.

Del placer acabe rodeando su cuello con mis brazos y escondiendo mi cabeza ahí.

Gemidos y gruñidos salían por nuestras bocas.

Estábamos los dos a punto, así que el acelero, cosa que causo que sus estocadas fueran más fuertes y aún siendo debajo del agua, se escucharan bastante

Llegamos los dos a la vez, ahogando un gemido y un gruñido.

••••••

Después de lo que había pasado en la piscina fuimos a la habitación a ducharnos.

Nos pusimos cómodos y pedimos servicio de habitaciones, nos daba realmente pereza tener que bajar a cenar.

Nos trajeron la cena finalmente, y pudimos por fin cenar.

— Lo de la piscina no a estado nada mal — dije mirándolo.

— Lo repetiría una, y mil veces más — dijo mirándome también — No sabes como he disfrutado darte tan duro que se te fueran los ojos de órbita — dijo mirándome pícaramente.

— Dami, eres de lo que no hay — dije riéndome avergonzada.

— Soy de lo que no hay lo sé, pero si vieras la cara de placer que pones cuando te doy así, créeme que dirías lo mismo — dijo riéndose.

Escondí mi cara entre mis piernas por la vergüenza, cosa con la que el río.

Cuando acabamos de cenar, nos metimos en la cama.

Mañana solo nos quedaba recoger lo que faltaba en mi piso, hacer fotos para ponerlas en la web de ventas y ya está, teníamos los siguientes 4 días para hacer turismo.

Le di un beso, y me giré de espaldas a él para poder dormir.

El me abrazo por detrás y finalmente, nos dormimos.

Amor sin fronteras // Damiano DavidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora