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He pasado muchas más horas despierto, que dormido. Evie ha llorado bastantes veces, no sé como me las apañe para hacerme cargo sin despertar a Daila.  Al principio Matt me estuvo ayudando, pero se tuvo que ir, aunque no quería dejarme solo por si necesitaba ayuda. Le agradecí que se quedará, pero le dije que no se preocupase que me las podía apañar yo solo.

Se me hace raro no haber discutido con él, muy pocas veces tenemos momentos así y aunque los apreció prefiero estar picándole, es mas divertido.
A pesar de hacerle enfadar y discutir muchísimas veces al mes, daríamos todo el uno por el otro.

Cabe decir que desde que mi relación con Daila se estabilizó no he discutido con Matt, le he picado un poco pero no nos hemos gritado ni nada mas allá, es muy raro, lo sé, pero es así.

Hace poco mi hija se tranquilizó, me tumbe en el sofá con mucho cuidado y la tumbe encima de mi pecho, colocando su pequeña manta por encima. La rodeo con mi brazo y acaricio su espalda suavemente.

Bostezo, miro a mi hija y me quedo dormido.

Abro los ojos al sentir la iluminación que entra por las grandes ventanas, froto mis ojos y de inmediato me siento al no sentir a Evie en mi pecho. Miro a los lados aterrado por si me moví y se cayó, sabía que no debería dormir, tenía que haberme quedado despierto carajo.

–Tranquilo papa, ella esta bien.

La suave y dulce voz de Daila me hace levantar la cabeza, sonrío al verlas a ambas. Evie esta en los brazos de mi novia, me levanto estirándome y me acerco observando cómo mi novia le da el pecho. Me siento a un lado en la cama y cojo su mano.

–¿Estas bien? Tienes mala cara.

–Me hace daño –Pone una mueca de dolor.

–Es normal, al principio dolerá. Pero luego te acostumbrarás, poco a poco cariño.

Mi único logro es calmarla, porque si le digo la verdad solo conseguiré asustarla.

Hay madres que tardan mas que otras en acostumbrarse, y otras que dejan de darle el pecho porque el dolor no se va.

Solo quiero apoyarla, estar a su lado en cada momento y ejercer mi trabajo, tanto de padre como de novio.

–¿Por qué no me despertaste? Le hubiese dado el biberón.

–Estabas muy tranquilo durmiendo –sonríe–. Supongo que estuviste hasta tarde despierto.

–Así es, nuestra hija lloró bastante y no podía dormir antes de asegurarme que nuestra princesa estuviese bien.

Sonríe de oreja a oreja, su sonrisa se borra rápido y es reemplazada por una mueca de dolor, de inmediato me preocupo y cojo la mano que tiene libre.

Entrelazo nuestros dedos, llevo la mano a mis labios dejando un suave beso en ella. Paso mi brazo por sus hombros, apoya su cabeza en mi pecho y acaricio su corta melena, en estos meses creció un poco pero se lo volvió a cortar.

¿Y cómo se sabe cuando la niña no quiere mas leche?

Supongo que eso Daila lo nota al darle el pecho, pero, ¿cómo lo notaré yo cuando le de el biberón?
¿Y si la ahogo por no darme cuenta de que se llenó y no quiere mas?

Aunque ya le di el biberón una vez esa idea pasa por mi mente y me activa todas las alarmas, ambos somos padres primerizos y presiento que Daila lo hará mejor que yo. Aunque tampoco es tan difícil.

–Bueno Ortega –su voz me saca de mis pensamientos y al mirarla me doy cuenta de que una sonrisa burlona estira esos hermosos y carnosos labios–, ¿ya cambiaste algún pañal? ¿O aún no te has atrevido?

–No me atreví –miro hacia otro lado.

De vez en cuando venían enfermeros para ver cómo estábamos y si necesitábamos algo, aprovechaba la ocasión para que ellos les cambiarán el pañal. No me veo preparado para eso.

Daila me mira alzando una ceja, la conozco, a ella y a su asqueroso carácter y se que me hará cambiar un maldito pañal. Un pañal de pis, hasta me puede dar igual, pero cuando hacen caca, ese olor es insoportable.

Y me temo que según vayan creciendo, ese olor ira a peor, que miedo.

Me niego a cambiar un pañal, eso se lo dejo a ella.

Por su mirada veo que mis pensamientos no se harán realidad.

—Daryl Ortega —se cruza de brazos—, no te creas que te vas a librar, vas a cambiar pañales si o si. Como lo haré yo.

—Y saber que nuestra hija va a heredar el carácter de alguno de los dos —susurro negando.

—O igual tiene el carácter de ambos.

La miro con rapidez y me observa divertida alzando varias veces las cejas.

—No tiene gracia —la apunto con el dedo y estalla en carcajadas.

Miro a nuestra pequeña dulzura con mucho amor, si hace meses me hubiesen dicho que la mujer que me sacaba de quicio iba a quedarse embarazada y yo iba a aceptar al bebé, le hubiese atropellado con el lamborghini cinco veces.

Cojo su diminuta mano y la acaricio con el pulgar, me inclino dejando un beso en ella. Hace ruidos cuando Daila la coge bien para sacarle los gases, me recuesto mirándolas con una sonrisa.

—¿Quieres que te ayude con eso?

Niega y gira la cabeza mientras acaricia la espalda de la bebé.

—Deberías descansar, has estado toda la noche y la madrugada despierto. No se como te mantienes en pie durmiendo tan pocas horas.

Rio, quizás es costumbre. Muchas veces entre negocios, carreras ilegales y fiestas no he dormido hasta por la mañana.

Mi vida ha dado un giro impresionante, es verdad que ambos seguiremos yendo a las carreras ilegales, se que a ella le gusta tanto como a mi.

A partir de ahora nuestro horario ha dado un giro impresionante, para cada cosa que tengamos que hacer y no podamos llevarnos a la niña tendremos que organizarnos.

Contratar una niñera, o dejársela a Matt o a Joe.

Que gracioso sería ver a Joe con un bebé, tengo que proponerle esto a la fierecilla.

¿Mi hija saldrá con el carácter de su madre? Oh no, espero que no.  Aunque pensándolo bien, mi carácter es peor.

Suspiro rascando mi barbilla.

Temporada 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora