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—¿Donde vamos?

—Cállate.

—No le hago caso a Daryl, te lo voy a hacer a ti —rio irónica—, de sueños vive la gente.

Se mantiene en silencio sin darme una respuesta, suspiro por décima vez y golpeo el coche girando la cabeza hacia su dirección.

—¿Dónde mierda vamos?

—¿No entiendes el significado de la palabra callar o qué?

—Pues no, y voy a seguir molestando hasta que me digas a donde mierda me llevas y cuando voy a ver a mi hija.

—Eres agotadora, ahora comprendo a Daryl —suspira pasando su gran mano por la cara.

Le imito haciendo burla, por más que muestre mi frustración no me va a hacer caso. Es mejor que espere, pero con los ojos bien atentos, no quiero que me haga una jugada.

Estoy agotada, física, emocional y mentalmente. Desde el secuestro de mi hija apenas como y duermo, la única fuerza para levantarme y seguir caminando es ella, si no, ya me habría rendido hace mucho.

***

Han pasado unas horas desde que nos alejamos de ese hotel, ni si quiera se donde estamos, pero en mi ciudad esta claro que no.

Miro por la ventana y me bajo con cautela del coche, inspección todo el parking con desconfianza y miro a Maccini rápidamente.

Empieza a caminar delante de mí, esperando que le siga, y como no me queda otra, lo hago.

De todas maneras, si pregunto no me va a hacer caso.

Subimos en un ascensor hasta la penúltima planta, caminamos por el largo aunque estrecho pasillo hasta dar con una puerta con el número 21.

Saca unas llaves, las abre y entramos, cierra y pone seguro.

—¿Qué es esto? ¿Dónde esta mi hija?

Observo el pequeño departamento, con grandes ventanales.

—Hoy no, te traje aquí porque no tengo otro lugar donde dejarte después de la matanza que armaste en el hotel. Dúchate, come algo y descansa. Tienes ropa nueva en la cómoda del dormitorio.

—No voy a usar ropa de alguna de tus conquistas o víctimas.

—¿Vas a quedarte con la misma ropa durante días? —levanta una ceja.

Gruño frustrada, eso no es lo que planeaba.

—Espero que al menos este limpia.

Sin responder a mi pregunta me señala la puerta.

—No cerraré cuando me vaya, tu decides si tomar decisiones estúpidas y dar a tu hija por muerta.

Abre la manilla y se gira.

—Mañana vuelvo.

Saca su cartera y deja un fajo de billetes encima de la encimera que esta situada al lado de la puerta.

—Por si quieres pedirte algo para comer, y si lo haces, ten cuidado.

—Que agradable de tu parte, primero quieres matar a mi hermano, luego me quieres matar a mi, secuestras a mi hija y ahora me cuidas. Chico, ve a un psicólogo.

Con solo dos pasos esta a centímetros de mi.

—No juegues conmigo Daila.

Su grande mano aprieta con fuerza mi mandíbula, la respiración se vuelve pesada, lo puedo notar por lo cerca que estamos.

—No sabes de que soy capaz —susurra.

—Oh créeme, lo sé —sonrío arrogante.

—Mas te vale que cuides bien a mi hija y no le hagas ni lo más mínimo, oh si no...

Mi expresión facial se vuelve más seria que de costumbre.

—¿Oh si no, qué? —me interrumpe el mafioso.

—Tu tampoco sabes de lo que soy capaz, no sabes hasta que punto puedo llegar por la gente que quiero. Puedo volverme tu peor pesadilla.

Se ríe y aprieta más su agarre.

—Me gustaría verte intentarlo, me encanta cuando sacas ese horrible carácter.

Se acerca más a mi, levanto una ceja y le doy un pequeño empujón alejándolo.

Sonríe con arrogancia y sale del apartamento después de mirarme de arriba a abajo como si fuese la comida más deliciosa del estado.

Suspiro recorriendo el departamento, por último entro en el dormitorio y abro el cajón viendo toda la ropa.

Hay poca, pero lo suficiente para tener varias opciones para vestirme.

De momento voy a lavar la ropa interior a mano, no me fio de su palabra.

Cojo la ropa interior y voy al baño, me acerco al lavabo y empiezo a lavarla.

Podría lavar también la otra, pero esa tardaría mucho en secar. En cambio, la interior mañana cuando me despierte estará seca.

Escurro todos los tangas y los dejo a un lado para que sequen.

Me quito la ropa y me vuelvo a duchar, esta vez no me pongo mi ropa sucia.

Cojo un albornoz que había doblado en un armario del baño, me lo pongo después de secarme y me tumbo en la cama.

Siento mis ojos pesados, nunca he vivido este tipo de experiencias y emociones, estoy más agotada de lo normal.

Esta cama grande y cómoda con este edredón, son lo suficiente para entrar en calor y quedarme profundamente dormida.

Me despierto sobresaltada y miro el reloj de la pared.
11:15h.

Es la primera vez que duermo tanto desde lo que paso con Evie Alyssa.

Me levanto de la cama y me pongo a hacer cosas para distraerme, pido algo para desayunar a algún sitio cercano desde el teléfono fijo de la entrada.

Mientras espero me doy otra ducha, aprovechando para lavarme el pelo.
Me pongo una nueva ropa interior, unos jeans azules y una camiseta blanca ajustada, de manga corta. Por último me ato mis tenis blancos y peino mi corta pero mojada melena.

Tengo que pensar un plan, no se en que dirección me va a llevar Maccini, pero siento que me va a acorralar y no puedo dejarme caer sin salvar a mi hija.

Si el italiano quiere guerra, tendrá guerra.

Me voy a enfrentar a él.

Me gana en fuerza y en altura, pero no me importa.

Evie Alyssa Ortega Stone, necesita estar de vuelta en su lugar seguro, bajo el ala de sus padres.

Temporada 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora