21

53 3 4
                                    

Daila
Después de casi una hora caminando consigo llegar al maldito hotel, entro y me acerco a recepción.

El chico me estaba mirando desde que entre por la puerta.

¿Qué le digo? Maccini no me dijo nada.

–Hola –le miro confusa.

–Hola, eres la señorita –menciona un apellido italiano, lo que me hace fruncir el ceño–, su esposo Giorgio –vuelve a mencionar aquel apellido–, ya pagó la habitación, es la 234 de la planta tres.

Mi cara expresa sorpresa, no me puedo creer que Maccini dijese eso.

El hombre se gira, coge las llaves y cuando se da la vuelta me las da con una sonrisa.

–Gracias.

–Si necesita cualquier cosa puede usar el teléfono de la habitación.

Asiento y camino al ascensor, Maccini cree que no tengo mi teléfono encima y supongo que me llamará a la habitación del hotel en un rato.

Me quedo pensando en mi hija, evito llorar e intento mantenerme fuerte.

Cuando las puertas se abren salgo del ascensor.

Camino por el pasillo y abro la puerta de la habitación.

Entro y la inspecciono, es amplia y muy lujosa, demasiado para mi gusto.

Me siento en la cama, desde que secuestraron a mi hija tengo el estómago cerrado.

***

He estado tumbada mirando al techo desde que llegué a la habitación, no se cuanto tiempo ha pasado. De repente suena el teléfono, me siento en la cama y me acerco a la mesita cogiéndolo.

–Maccini –susurro.

Mi voz esta débil, cansada.

–Muy bien muñeca, me estas obedeciendo.

–Necesito ver a mi hija –muevo mi pelo hacia atrás.

–Si sigues obedeciéndome pronto la verás.

–¿Qué sigue?

–En unas horas se pasarán por ahí dos personas, pórtate bien y obedece.

Dicho esto, cuelga. ¿Pórtate bien? ¿Obedece? ¿Dos personas? Lo que supongo serán hombres.

Mi preocupación aumenta, pero solo de pensar en mi pequeña, desprotegida aunque es tan pequeñita que no se este enterando.

Tengo que hacer lo que sea porque mi hija vuelva a mis brazos.

Marco el número que pone en el folleto que hay al lado.

Aunque mi estómago no quiere comer nada tengo que forzar aunque sea un poco, es algo malo y que no se debe hacer. Pero mi mente me dice que debo comer aunque sea lo mínimo para coger fuerzas.

–Hola, soy de la habitación 234. Quería pedir un café y un plato de pasta carbonara.

Mi cuerpo me pide una bebida alcohólica, luego recuerdo que tengo que mantenerme en mis cinco sentidos para lo que se me viene encima.

–En un rato se lo llevaremos.

Cuelgo y voy al baño, no lo vi, solo me fije por fuera al entrar en la habitación.

Hay una bañera grande y una ducha, un enorme espejo con secador y un lavabo.

Me acerco a la ducha y abro el grifo, no tengo cambio y es asqueroso hacer esto. ¿Saben? Me da igual, lo necesito.

Me desnudo, cojo la pistola que deje en el lavabo.

¿Soy capaz de disparar? Nunca hice algo así, yo no vine del mismo mundo que los hermanos Ortega.

Me agacho y guardo el alma debajo del lavabo, me meto en la ducha y dejo que el agua caiga por mi cuerpo.

Muevo mi pelo hacia atrás, sin poder evitarlo varias lágrimas caen por mis mejillas.

El sentimiento que tengo al haberme separado de mi hija es horrible, como si me hubiesen arrancado el corazón para después pisotearlo y lanzarlo muy lejos de mi cuerpo. Lo han lanzado donde mi hija, por eso no se donde esta mi corazón.

No consigo dejar de llorar, y una ansiedad se apodera de mi, intento respirar hondo lo que solo hace empeorar mi situación.

Apoyo la frente en la pared mientras el agua sigue cayendo sobre mi.

Unos minutos después, mi llanto ha cesado y puedo controlar mi ansiedad.

Me enjabono y me aclaro mientras respiro e inspiro, así termino de tranquilizarme.

Salgo de la enorme ducha y cojo la bata que ofrece el hotel.

Mientras me la pongo escucho dos golpes en la puerta, camino con los pies descalzos y mojados. Abro la puerta y me pongo a un lado para dejar entrar al camarero.

–Muchas gracias.

Observo como deja el carrito y cuando cierra la puerta levanto la tapa viendo la comida.

Ahora mismo no pienso en el enfado de Daryl cuando se entere de lo que hice, porque siendo sincera, no me importa en lo absoluto.

Lo único que me importa es mi hija, tenerla en mis brazos y asegurarme que está bien.

¿Dónde estará? ¿Con quién?
Espero que este bien y que no le estén haciendo nada.

Temporada 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora