Vamos de camino a Shidonia en un carruaje, dentro vamos Ajax, Agar, Tomoe y yo, las reinas se quedaban unos días más en su reino ya qué tenían que arreglar unos cosas.
- Amo - me llamo por décimo tercera vez Ajax.
Lo ignoré olímpicamente ya qué estoy enfadado con él por arrugar y tirar los papeles al suelo.
- Amo - me volvió a llamar.
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Lo miré molesto.
- Te callas o te callo - solté dándole una mala mirada y soltando maná. El demonio se encogió en su sitio.
Miré por la ventana dejando caer mi cabeza en ella.
Estuvimos de viaje cuatro días los cuales les hice la ley del hielo a Ajax y Agar.
- Amo - intentó llamar de nuevo mi atención.
Me giré a verlo pudiendo ver su mirada de arrepentimiento.
- Te perdono pero la próxima vez te llevarás un mes en tu forma de vestía encerrado en una urna - le avisé.
Él asintió y se tiró para abrazarme dándome un beso en mis labios qué con el paso del tiempo se volvía más salvaje pero cuando sentí qué sus manos se metía por mi ropa lo paré.
- Ajax - jadeé al sentir una caricia en mi pezón - basta...no tengo tiempo para esto - me separé de él. Me miró cómo me arreglaba la ropa y el cabello - allí hay un río - le señalé con el dedo sonriendo burlonamente.
Y es qué todavía estábamos en el bosque, nos quedaba terminar de cruzarlo y ya estaríamos en Shidonia.
Vi como se fue, me acerqué al carruaje, cogí mi bolsa con las monedas y el anillo qué me permitía cambiar de aspecto.
-¿Dónde va?- me preguntó Tomoe apareciendo detrás mía.
Me di vuelta para verlo con sus orejas y colas gachas.
- Me adelanto pero después iré a la villa.
Vi como asintió, me acerqué y le dí un beso en la frente para después de eso desaparecer y aparecer en un callejón.
Me puse el gorro de la capa y salí, estaba en un mercado. Ande un rato compré unas brochetas, escuché música, lo busque con la mirada encontrándome con una multitud, me acerqué esquivando a las personas para llegar adelante y pudiendo encontrar a mi hada.
Tendría no más de unos 6 o 8 años, estaba bailando ese baile qué tanto me hacía bailar con ella.
Estuve allí parado todo lo que duró sus bailes, cuando ya empezó a recoger me acerqué.
- Perdone...- la llamé.
Ella se volteó me miró y me dió unas de esas dulces sonrisas pero esta vez no tenía sus perfectos dientes tenía un hueco en donde iba unas de sus paletas.
- ¿Qué necesita señor? - me preguntó.
Me agaché quedando a su altura.
- Ten - le extendí el saquito de mis monedas.
- No puedo... - intentó negarse.
- Insisto - le cogí la mano y se la puse. Ella se quedó mirando el saco ida y es qué le hice recordar, por lo menos a mí.
Me levanté y me doy vuelta para irme pero siento cómo me agarra de la capa. Me doy vuelta y la veo con los ojos cristalizados.
- Ran...- dijo apunto de llorar.
Me agaché y la abracé y le pedí perdón centenares de veces por no haber ido antes mientras ella lloraba a cántaros.
Una vez más calma nos teletransporte a donde vivía, una casita en los barrios pobres junto a su "madre" qué solo era una sirvienta qué ayudó a su verdadera madre a escapar de las garras del emperador.
Antes de entrar me transforme en mi yo joven, me quité la capa y chaqueta dejándome en camisa. Miré y vi un poco de barro.
- ¿Qué vas a hacer?- me preguntó.
- Intentar dar pena a tú madre para qué me dejé quedarme - me acerqué al barro y me lo pasé por el rostro.
- Ni cuando niño te veías tan sucio - soltó una risita.
Me acerqué sonriendo a ella dejando su rostro infantil riendo tallado en mi memoria.
- Diana ¿ya llegaste? - salió la madre sonriendo y puso su mirada en mi -¿Quién...? - miró a Diana buscando respuestas.
- Encantado señora me llamo Ran y su hija amablemente me a dejado quedarme bajo su techo - hice una reverencia - prometo que trabajaré para pagar su hospitalidad - levanté la mirada.
- Espero grandes cosas de tí muchacho, pasen, hice un cocido de pollo - se hizo a un lado dejándonos pasar.
Pasamos y la mujer nos puso de comer en platos que estaban casi inservibles.
Puse mi mirada en Diana la cuál me sonrió con pena.
Empecé a comer y estaba delicioso.
- ¡Está buenísimo!- dije entusiasmado. La mayor se puso a reír y me acarició la cabeza diciéndome crece grande y fuerte para proteger a tú salvadora.
Después de la cena nos fuimos a una habitación la cuál tenía una cama de paja. Nos sentamos y nos miramos a los ojos.
- Me gustaba más tú cabello largo - me tocó la punta de un mechón el cuál estaba corto.
Toqué mi cabeza sintiendo mi cabello.
- Cuando salgamos de la pobreza volveré a hacerlo largo o a partir de ahora me lo dejó crecer - la miré y ella me sonrió asintiendo.
- Quiero ver tu cabello crecer, ya qué te conocí con tu cabello ya largo - me acaricia la cabeza.
- Te amo - suelto insconcientemente.
Abro muchos los ojos y me tapo la boca. Ella empezó a sonrojarse hasta qué llegó a parecer tómate.
- Yo también te amo...- susurró y se tapó la cara con vergüenza.
- Nosotros también - se escuchó tres voces masculinas.
Volteo y veo a los que dejé por detrás, siento cómo Diana me agarra del brazo temblando, la miró y en su mirada solo hay seriedad no muestra pizca de terror aunque esté temblando.
La beso en la frente y le susurró un tranquila.
- Chicos volved me voy a quedar con Diana un tiempo - miro a Ajax serio - no destrozar nada.
- Sí mi señor - hacen una reverencia - pero tomé - me da un brazalete.
- Soy pobre no puedo tener algo caro - hago una mueca.
- Es para su maná - me informa Agar para desaparecer junto a Tomoe.
Suspiro y me lo pongo ya qué si no les paso maná volveré a colapsar, el tiempo qué estuve dormido lo drenaban ellos.
Ajax me sonríe por última vez y desaparece.
- Niños a dormir - aparece la mujer asomándose por la puerta.
Los dos contestamos un sí y nos tumbamos tapandonos con la rugosa sábana.
Apoyo mi frente con la suya y cierro los ojos, ella también lo hace y nos quedamos dormidos en esa posición.
