Capítulo 11: Swimming rhymes with embracing.

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El tramo de agua estaba en calma, a varias decenas de metros por debajo de nuestros pies. La persistente impresión de que podía capturar la eternidad extendiendo la mano bastante alto hacia el cielo me arrancó una amplia sonrisa.

Buck nos hizo dar varias zambullidas brutales, ondulando la superficie del mar con sus piernas, esparciendo gavillas de agua a su alrededor, algo que pronto nos caló hasta los huesos. Me sacudí y resoplé, medio vomitando, y no pude dejar de sonreír. Buck mantuvo después un ritmo más tranquilo, a baja altura, dirigiéndonos hacia el lejano horizonte, sin un destino preciso.

Desprendí mis manos de la parte superior del cuerpo de Lucius y me giré con un suave movimiento en dirección contraria, apretando mi espalda contra la suya. Él me sintió agitada, pero no dijo nada, comprendiendo el movimiento.

-Esta sensación... Me gustaría seguir sintiéndola-, dije, el viento silbaba menos en nuestros oídos cuando Buck volvió a reducir la velocidad.

Lucius rió e, intrigado, dejé caer mi cabeza sobre su hombro, girando mi cara hacia él. Muy cerca.
-¿Qué?-, le pregunté.

-No es gran cosa. Era sólo el mismo pensamiento que me pasaba por la cabeza. Sólo entiendo la palabra libertad cuando me condenan. Mira qué ironía-.

-Eros y Tánatos, una vez más-.

-Eros y Tánatos-, confirmó, mientras la orilla volvía a emerger, cerca.

De repente, Lucius volvió su rostro hacia mí, tan cerca que nuestros labios se tocaron. Me estremecí, con los ojos muy abiertos. Sonrió descaradamente y se dejó inclinar de repente hacia un lado. Me sobresalté y me agaché justo a tiempo para ver cómo se zambullía, su cuerpo adquiriendo una curva cerrada. Atravesó el mar casi sin remolinear y reapareció unos segundos después, apartándose el pelo de la cara.

-Acompáñame. No estamos lejos, podemos nadar hasta la orilla-, me gritó, con las manos alrededor de la boca para hacer oír su voz. Le miré, desconcertado. Poco después, me puse de pie, agachado sobre el lomo del hipogrifo.

-Espéranos en la orilla, grandullón-, le dije a la bestia, halagando su flanco.

Sin pensarlo, me sumergí. El contacto con el mar fresco me reanimó y partí el agua antes de volver a la superficie muy cerca de Lucius. Tomé una bocanada de aire y me quité los mechones de pelo de la cara con un ligero movimiento. Tenía el pelo brillante, suelto, más blanco que rubio. Parecía muy cómodo en el agua y parecía tener el pie firmemente plantado donde yo me esforzaba por sentir el fondo del mar. Me observaba sin decir nada y estábamos frente a frente sin saber muy bien qué hacer. Algo acababa de cambiar en sus ojos y en los míos.

Lucius se acercó en dos brazas. Me miró y yo bajé los ojos. Cuando los levanté, él los había bajado, aparentemente en un estado de asombrosa vacilación. Entre nosotros no había más que un silencio casi embarazoso. Tenso. Y el relajante chapoteo del agua.

Levantó suavemente su mirada hacia mí, deteniéndose en mi boca, y luego atrapando mis ojos. Violentamente. Lo perdí en un cuarto de segundo, agarrándome a su cuello y uniendo nuestros labios. El contacto me electrizó y podría haber jurado que la tierra había cambiado repentinamente su eje. Un espantoso choque resonó en mi mente cuando dos extrañas fuerzas dentro de mi alma y el alma de Lucius, chocaron. Pero nada... No había nada que me apartara de su cuerpo contra el mío.

El hombre respondió a mi beso con una fuerza que me habría ahogado si no me hubiera abrazado con tanta fuerza. Colocó una mano en mi pelo de forma desordenada, sin suavidad, sin ternura, con una urgencia que me dejó sin aliento. Gemí contra sus labios bajo el maremágnum de sensaciones que me abrumaban, cercanas al vértigo.

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