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Elizabeth.

La señora Johansson ha comenzado a darme clases de lectura y escritura hace unos días...

Todos los días por dos horas en la vieja casona junto al lago, ella va y comparte su conocimiento conmigo.

-¿Entiendes como escribir una carta? - Murmuró a mi lado, la observé y mi mirada se perdió.

Sus ojos verdes con un leve tono azul en ellos... Sus labios gruesos y aquel lunar en su mejilla. Esbozó una sonrisa y mi corazón se ha detenido.

Mis labios se unieron a los suyos y con suavidad.

Scarlett acarició mi mejilla y su lengua rozó la mía.

El calor inundó mi cuerpo de inmediato, hace una hora estamos estudiando aquí, ya no puedo soportar no besarla, necesitaba sentir su delicada y compasiva boca contra la mía.

-Señora Johansson... - Susurré su nombre al sentir sus besos descender por mi mentón. - No debemos...

-Sí, debemos. - Murmuro ella rasgando con sus dientes de forma suave la piel de mi cuello.

Me alejé rápidamente y suspiré observando mis manos.

Acaricié la tela de mi vestido y la señora Johansson me entregó un poema.

-Deberías transcribir eso, Elizabeth. Podrías practicarlo hoy a la noche... - Murmuró.

-Mañana es su fiesta de compromiso... - Murmuré cabizbaja.

No nos veríamos, no compartiriamos ésto...

-Sí, lo es. - Murmuró. - No podremos venir.

Se sentó a mi lado y soltó mi cabello.

-¿Qué hace? - Pregunté.

-Quiero verte así...

Se alejó unos metros y me observó... Me sentí desnuda y avergonzada.

No soy digna de ser admirada de la forma en la que la señora Johansson lo hace.

-¿Por qué hace ésto? - Pregunté observando el suelo.

-Usted me fascina, Elizabeth. Usted me gusta...

-No puedo gustarle... Somos mujeres. - Murmura.

-¿Nunca ha gustado de una mujer? - Pregunta rápidamente.

No levanto la mirada, se lo que he sentido... Recuerdo a Cobie e innumerables dolores indescriptible aparecen en mi alma.

Ni siquiera el diablo podría castigarme tanto como la muerte de mi primer amor.

-Se ha enamorado de una mujer, tienes miedo de amarme. - Murmura ella con certeza.

Suspiro acariciando la tela de mi vestido.

Me paro junto al ventanal observando el lago intentando no sufrir más por aquellos recuerdos que poco a poco se han ido borrando de mi piel y de mi ser...

Cobie... Mi amada mujer de cabellos oscuros...

Siento los labios de la señora Johansson en mi cuello, va dejando un rastro ardiente por mi piel.

-Elizabeth... Déjame amarte. - Murmuró contra mi piel.

-Sí... - Murmuré sin siquiera pensarlo.

No necesito pensar, la deseo. La quiero a ella...

-La quiero a usted señora Johansson... - Murmuré.

Medievales ; scarzzie. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora