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Scarlett.

Me ignora, simplemente ha decidido ignorarme por días, días eternamente amargados... Joseph me observa silente desde su asiento.

Está fumando un puro, él sabe que me encuentro mareada, hoy me he sentido extraña... Todos los días han sido extraños, pero hoy de sobremanera.

-¿Scarlett? ¿Debemos hablar sobre algo? - Pregunta rápidamente. - Me gustaría saber... ¿Qué te ha sucedido?

-Nada. Absolutamente nada. - Murmuré.

Escuchamos algunos gritos, llantos y un estruendo violento todo de forma continua. Mis sentidos se han puesto en alerta y me he levantado de inmediato.

-¿Qué ha sido eso?

-No lo sé. - Murmuro Joseph poniéndose en pie.

Caminamos hasta el pasillo nos llevaba a la escalera, tras ella vimos a Elizabeth ser acorralada violentamente por Robert.

-Joseph, haz algo. - Murmuré.

-No puedo entrometerme. - Murmuró él.

-Joseph. - Toque su mano y él me observó. - Por favor.

Sus ojos duros se han ablandado lentamente. Asintió con duda, sin embargo avanzó hasta ellos.

-Robert, sueltala. Te arrepentirás, mi padre siempre ha repetido que no es forma de tratar a las damas. - Mencionó. - Es tu esposa, se merece un trato diferente.

Observé con una sonrisa como mi prometido defendía a la pequeña mujer de ojos lastimados.

Oh, Elizabeth... Que no daría para ir y socorrerte de todo mal.

La castaña me observó al final del pasillo. Robert la soltó y se giró en dirección de mi prometido.

Elizabeth camino con pasos cortos y lentos alejándose de ambos.

-¿Crees que tu padre es a quien obedezco? - Preguntó el pelinegro. - No tenemos lazos sanguíneos.

-Pero como sí los tuvieran. - Murmuró. - Te ha criado y cedido su confianza, Robert.

-No, eso es no es verdad. - Gruñó.

-Scarlett, querida. ¿Podrías ir a socorrer a Elizabeth? - Preguntó mi prometido en cuanto su hermano susurró algo que no he alcanzado a oír.

-Por supuesto. - Murmuré.

Levanté mi vestido y recorrí los pasillos conociendo que la muchacha se iría dentro de la casona al final de los viñedos.

Al llegar allí la vi.

Sentada en un sofá llorando sin emitir sonido alguno.

Oh, Elizabeth... ¿Incluso crees que haz de pedirle permiso al silencio para irrumpir?

-Elizabeth. - He caminado hasta su lado y ella no se ha inmutado. - ¿Qué puedo hacer por ti?

-Acariciarme... - Ha murmurado. - Lo necesito.

Mis manos tomaron su cuerpo con delicadeza y la he acercado a mí. Su cabeza ha reposado en mi hombro.

He ahí cuando su perfume ha invadido mis fosas nasales, me encontraba frente a mi perdición más grande.

El aroma de mujer.

El aroma de aquella mujer.

Elizabeth Olsen era quien alteraría mis sentidos desde ahora hasta el momento en el que de mi último respiro.

-Oh, Elizabeth... - Susurré. - ¿Qué he de hacer contigo? - Pregunté. - No pretendo salvarte... Pero sí lo necesitas... Disfrutaré hacerlo.

-Necesito de ti. - Murmuró. - En mi cabeza solamente ocurre aquél momento una y otra vez... No puedo detenerlo.

Medievales ; scarzzie. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora