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Después de haber aceptado el castigo estuvo encerrada en su habitación; sin visitas, ni teléfono estaba aburrida solo podía ver películas que su padre no podía desenchufarlo tomo el control remoto para de nuevo acostarse por lo menos encontrando algo se aburrió y apago la televisión tensa tomó de uno de sus estantes aquel libro verde que no lo termino de leer ahora se sienta en el sofá.

Después de tres minutos alguien llama a la puerta.

—¡Adelante!

Entra su nana trayéndole un pastel de mil hojas con té silvestre lo dejo en su mesita se acerca con cautela.

—¿Todo bien mi niña?—habla primero para romper el silencio.

—No, nana mi padre me castigo—sonríe en forma irónica.

—Todos nos preocupamos porque no aparecías, cariño te fuiste dos semanas no crees que tu papá se molestara por lo que hiciste.

—Lo entiendo nana pero quería salir un rato ¿me entiendes? Desde que llegué aquí no me pareció increíble, mi estadía fue la peor con mi padre y mis hermanos...

—Eres todo a ella...—recordó a la madre de su pequeña rechistando por todo.

—Nana ¿puedes hablarme de mi madre? Y...yo no la recuerdo.

—¡Claro cielo! Tu madre era una gran persona, era bella tenía tus ojos antes de que tuviera a su último hijo se dedicaba al arte no creo que recuerdes ella tenía una tienda enseñaba a todas las personas que les interesaba pintar, fue una gran madre para todos ustedes. Con las palabras de su amada nana sus recuerdos hicieron clic recordando que su madre tenía cabellos rubios castaños siempre vestía de una forma extravagante no solo en Florencia tenían ciudades con edificios sino también el campo la mujer siempre estaba descalza subía las colinas llevando a todos sus hijos a pasar las tardes con el sol oscureciéndose tuvo un trance que su nana la movió suavemente.

Hace años la familia era feliz y más con la llegada de otro niño a sus vidas poco después de dar a luz su madre había tenido complicaciones para sanar después de meses le diagnosticaron cáncer eso hizo que el padre procuraba el futuro de sus hijos. De nuevo tocan la puerta entrando ahora su padre.

—Cariño vendrán tus hermanos así que alístate para bajar a cenar, nana ¿podrías ayudarme?—la señora asiente levantándose tomando la cabecita de su niña para dejarle un casto beso en su coronilla.

Y bien refiriéndose a sus hermanos eran dos chicos de parte de la pareja de su padre quienes ahora aterrizaron para volver a estar como familia la pareja tiene años desde que andan para la chica es bueno estar con los medios hermanos justo en este momento no estaba de buen humor. En el closet rebusca un suéter azul marino con cuadros grises, unos pantalones blancos rasgados de las rodillas y botines del mismo color. Se sentó en el tocador cepillando su cabello ahora corto con mechas azules haciéndose una coleta alta, en el cajón saca su cosmetiquera para ponerse un poco de maquillaje, rubor y por último labial vino soda amaba este color. Espero un tiempo para poder bajar encontrándose con el hermano mayor Max retornan su camino hasta el comedor.

Todos sus hermanos estaban ahí y el más pequeño de todos veía su tablet Rowan se acerca sigilosamente al pequeño Dylan lo sorprende abrazándolo cuidadosamente.

—¡Rowan!—grita felizmente riendo.

—¿Como está mi pequeño príncipe azul?

—Hice esto—saca de su mochila un papel—¡Es un dibujo de mi familia!

El pequeño Dylan el último de la familia nunca estaba en casa su padre se encargaba de tener al niño en actividades como el piano o en cursos de coreano. La puerta principal se escucha abriéndose con ello dos chicos de entre quince o dieciséis entran a la sala abrazando a su padre ambos felices de poder verlo, los demás se acercan para brindarles saludos.

Nunca me dejes | SunghoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora