13. Un granito

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Diego Escalante.

De impulso mis ojos se abrieron, al sentír como si estuviese apunto de caer al vacío. Pero al percatarme de que estabas sobre la cama me hizo tratar de volver a la realidad y cerré poco a poco los párpados, para permitirme respirar con tranquilidad. Justo en ese momentos siento como algo está cubriendo la mayoría de mi brazo y torso. Abriendo los ojos me percató de una escena que se denomina como suerte, por tener la oportunidad de admirar tanto arte en una pequeña mujer de menos del metro sesen¹ta. Uno de sus pequeños y delgados brazos estaba sobre su torso y con su mano descansaba tranquilamente en mi pecho, podía ver esas esa manicura de color blanco perfectamente realizada. Mi vista viajo más allá de su mano para detenerse en su cabeza apoyada en mi hombro en una posición que me dejaba admirar su rostro. Era increíble mente hermosa ante mis ojos, y podría asegurar que ande cualquiera. Era una mujer brillante, tan firme y fugaz, que dejaba un descontrol por dónde ella pasará. Cierro los ojos echando la cabeza hacia atrás sonriendo llevando mi mano libre a los ojos negando al recordar como le había chocado el coche esa mañana. En verdad quería matar al cabrón que le había hecho mierda el coche. Pero al verla ir a toda velocidad con una sonrisa triunfante. O cuando la ví en su casa, al verla por primera vez tan cerca, me conquistó desde que la ví; Aún así que ella no parecía muy contenta conmigo allí. Bien que dicen que nosotros los hombres somos masoquistas.

Suspiré y talle mi cara recordándo.

Con cansancio mire hacia mí izquierda el despertador con reloj que marcaba 6:36am. Gire hacia la ventana observando como el día estaba muy nublado y el agua cayendo en el cristal resbalaba en diminutas gotas. Lleve mi vista hacia ella al sentirla moverse. Escuché un sonido salir de su boca mientras se estiraba y bostezaba cubriendo la boca con su mano.

Con un ojo un poco abierto y el otro cerrado me miró fruncido el ceño.

-¿Que hora es?-Dijo pasando sus manos por la cara.

-Buenos días, Seís y media.-La contemple.

- Jodeer!!- Espeto echando su cuerpo hacia atrás alargando la frase.-Es muy temprano, anda hay que dormir.-Murmuro tirando de mi cuello atrayendo me a ella, escondiéndose en el hueco de mi cuello.

-Lo se, ¿Pero el colegio?-Acaricie su cuello entrelazando mis dedos con los cabellos de su nunca. De inmediato sentí cómo su piel se erizó bajo mi tacto.

-Que no ves que el cielo siguie que amenaza con desmoronarse y aplastarnos.-La ví rodar los ojos frunciendo los labios.-Venga vamos a dormir.-Agito su mano entre el espacio de nuestros cuerpos en dirección hacia ella. Besando su frente me rendí y la traje hacía mí cuerpo ganándome un sonido de aprobación de su parte.

-Vale, vamos a dormir pequeña dormilona.-Me acomode bajo ella, recargando mi cabeza sobre mi brazo atrás de mi nuca y con el otro acariciaba su cabellera rubia, mientras su cabeza descansaba sobre mi pecho.

Cuando mis ojos comenzaban a volverse pesados cerrando se, escuché esa pequeña voz, que me hizo volver a la realidad.

-¿Diego?- Profirió casi en un susurró.

-¿Mmmh?-Solté sin abrir los ojos dándole a entender que la estaba escuchando.

- Yo sólo quiero...-Se callo derrepente y se quedó dudando. Lo supuse porque sus caricias sobre mi pecho cesarón en seco en cuanto artículo última palabra. Siento cómo su rostro de contrae contra mi piel y puedo asegurar que había apretado los ojos dándose cachetadas mentales- Sólo quiero decirte, que... Que gracias por hacer mis días mejores.-Susurro.

Yo suspiré con una sonrisa y me acerque a su cabeza. Respire y su aroma inundando mis fosas nasales de ese delicioso olor a moras, dejando beso sobre su cabeza, susurre.

Sálvame © [Alicia Echeverría]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora