༒︎ IDEALES

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Fallon

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Fallon

La semana de Halloween acabó, dos días después del ataque en la mansión, todo está relativamente tranquilo. El almuerzo es extraño, puesto que tenemos un intruso y es nada más y menos que Mike (hijo menor de los Virret), tiene cuatro años, pero parece de seis y sabe desarrollar muy bien la acción de charlar. Él está sentado, comiendo el plato de fideos con salsa y no hace preguntas sobre sus padres o hermanas. Emilian lo mira con desdén, los hermanos lo ignoran y Zillah es la única dulce con él.

Después del ataque, al día siguiente hice mi pintura y cuando quería llevarla a uno de los cuartos de secar, me encontré con el niño rubio comiendo golosinas en el suelo. Al principio se asustó, pero luego me saludó y me preguntó si quería que él se vaya. Inmediatamente, Zillah apareció y me explico todo. Ella tiene un buen corazón, ya que no dejó, y tampoco lo hará, que se lleven a Mike. Él no es como todos los Virret, él es sólo un niño inocente que necesita el calor familiar.

El ambiente es tenso, ya que todos los hermanos están aquí, incluyendo Edmon a pesar del disparo en su pierna. Cojea, pero se ha movido bastante y parece como si el dolor no existiera para él.

El almuerzo transcurre de manera incómoda, al menos para mí. Siento la tensión capaz de cortarse con un cuchillo, tal y como los primeros días que estuve en la mansión. Mike termina su comida, pero se queda en silencio a la espera de algo o alguien. Zillah es quien va a su asiento, le limpia la boca y ordena a Karo llevarlo a su habitación, aunque nos sobresaltamos cuando Emilian hace puños y golpea la mesa con fuerza.

—¡Ese niño se irá de aquí! —espeta con ira— No quiero nada de esos cobardes en nuestra mansión y eso incluye al niño.

—No me importa si lo quieres o no, no te he preguntado y no pienso hacerlo ahora —Zillah lo reta—. Es sólo un niño, tal y como lo fueron los nuestros. Demuestra empatía, pues no me casé contigo por ser simpático.

—Yo me... me puedo ir, toto eshta bien —Mike sonríe y automáticamente, Zillah observa con enojo a su marido.

—Te quedarás, tranquilo, después de todo, esta también es mi mansión.

—Zillah...

—Ya dije —ella no lo vuelve a mirar, no hasta llevarse de la mano al niño rubio.

Emilian se levanta de la mesa y va detrás de ella. Los hermanos ignoran la situación y continúan comiendo. Sus ojos no se quitan de mí, aunque yo esté completamente enfocada en el plato de comida, no les doy ni una mirada y ellos buscan mi atención. Es lo que he notado desde la fiesta. Internamente sonrío con eso, es extraño tener en cuenta que los tengo en la palma de mi mano. Extraño, pero gratificante.

—Gracias. Me retiro.

Dejo la servilleta en la mesa, me tomo el vaso de jugo y ellos no dejan de ver cada movimiento. En otro momento me habría causado temor, pero ahora me complace el que estén precavidos de mis movimientos. No puedo retroceder, no puedo dejar la corona y mucho menos puedo dejar que me intimiden. Antes de irme, les regalo una sonrisa arrogante y me voy tranquilamente. Ya cambié mi forma de vestir, ahora uso los vestidos y camisas de antes. Me siento con más poder.

Belleza CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora