༒︎ EXTRAÑOS

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3 de Junio de 2010West, Sacramento

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3 de Junio de 2010
West, Sacramento

Fallon

La llamada de mamá no sale de mi cabeza.

—Zillah, por favor, tienes que ayudarme —mamá estaba al borde del llanto. Sabía que quería mantenerse fuerte por mí, pero no servía. Me hacía sentir más inútil—. Lo sé, sé que Marlon nos alejó, pero ahora más que nunca temo por mi vida y la de mi hija.

Me quedé pegada a la puerta del cubículo del baño. Necesitaba saber con quién hablaba mi madre o porqué le pedía ayuda como si se conocieran por muchos años. Mamá y yo dependíamos completamente de mi padre, él era un gran sustento mientras estuvo con vida. Cuando lo mataron, todo se derrumbó para nosotras. Al grado de que nuestras cabezas tenían precio.

—Marlon no me dijo nada y confié todo al amor de mi vida, no me importa que pasó entre ustedes y Emilian, pero por favor, no sé en quién confiar.

Sentí ganas de llorar, de quedarme en una esquina a acabar con mi jodida vida. No estaba lista para ese tipo de problemas, mi mente y cuerpo no iban a soportar tanta mierda junta. Los últimos meses, mi cuerpo recibió tantos golpes como pudo. Intentaron más cosas, pero sobrevivir nunca salió de mi cerebro y fue lo único que aún me da fuerza.

—Marlon... él nunca me mentiría y no sé la razón de todo esto —ella suspiró, se apoyó en la loza de la pared y comenzó a sollozar—. ¡Gracias! Mandaré a Fallon lo más pronto posible, sé que allá ella estará segura con tantas personas.

Cuando ella cortó la llamada, esperé a que se fuera, para ir tras ella. ¿A dónde iba a mandarme?

Mi cabeza se encuentra apoyada en el cristal de la ventana, el auto aún está en marcha y choca con uno que otro bache. Me sobo los ojos, cansada del trayecto tan largo y aburrido. El viento es un poco fuerte, ya que a pesar de tener las ventanas cerradas, hace frío. Mi mente es lenta a la hora de ver el camino, el conductor es muy serio y no ha hablado más que para saludar a la hora de recogerme de la ciudad.

Ah, el pueblo de West, ahora este va a ser mi nuevo hogar, momentáneamente. Todo lo ocurrido hace unos meses está haciendo que desconfíe hasta del poste de luz que tengo en las esquinas de mi antiguo hogar. Soy paranoica con cada movimiento, antes de venir aquí, lloraba casi todas las noches. Sumarle que estoy demasiado débil.

Noto el camino que cambia de uno liso, a uno de tierra y piedras que se tornan un tanto peligrosas mientras avanzamos. El conductor no se inmuta en mi rostro de preocupación, lo agradezco de alguna forma, no quiero tener que explicar porque mis expresiones faciales. La verdad, no luzco para nada bien a la vista de los demás. Podrían tomarme como alguien enfermo, mis ojeras me dan la apariencia de un muerto «y tal vez pronto deje ser solo apariencia».

Mi teléfono vibra con algunos pocos mensajes de texto, sé que son de mis amigos, ellos no saben nada de la razón por la que me fui. Probablemente piensan que es una tontería o tal vez ni creerían lo que digo. Las cosas en la ciudad son más complejas de los que parece, al menos para mí.

Belleza CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora