Los peones le sirven al rey y la reina, la pregunta en esta historia es: ¿Quiénes son los portadores de esos títulos?
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Un pueblo escondido, repleto de mentiras y secretos.
Una familia que era obviamente el peligro presente.
Una chica ingenu...
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Fallon
El vacío puede ser nuestra condena. A veces caemos en una profundidad oscura, llena de miedos y sufrimiento, donde nuestras voces se pierden, mientras que nuestros gritos internos luchan por algo de ayuda. Estamos acabados. Sin salida. Con la esperanza del rayo de luz que llegue y te muestre el camino... «pura mierda» esta es la maldita realidad. Donde me quieren matar y yo maté a alguien. Todo el dolor es interno y en mi interno los gritos me están dejando sorda.
Pero es eso, sólo gritos internos. Aunque no queramos, estos se quedan dentro de nosotros y nos consumen de las formas más terribles, y sé que no todos son capaces de poder luchar. Al final te cansas, dejas que la profundidad de absorba, tu vista se nubla y las lágrimas irán cayendo poco a poco... como lo hacen las gotas de la lluvia.
Así me encuentro yo, perdida. Con mi mente vagando en los rincones más profundos de mi ser, no puedo hacer nada más. Mi vista se queda en algún punto, donde por horas mi dolor se escucha en las cuatro paredes que rodean, es como una prisión y tampoco me importa salir de esa prisión. Me he obligado a levantarme y caminar un poco, al menos dentro, pero todo parece hacerse pequeño y sin nada de oxígeno. Me siento peor que antes. Algo en mi cerebro me marca como lo peor existente.
Hay voces que me dicen que lo merezco.
Hay voces que me dicen que me levante.
Hay voces que me dicen que todo está bien.
No es el hecho de que asesiné a alguien, de eso me convenzo, ya que aunque me atacó... no quita el hecho de seguir siendo un asesinato. Como mi padre diría, eran ellos o eres tú. «¡Pero fuiste tú!» me estreso. Mi conciencia no me ayuda mucho que digamos.
La molestia viene porque yo dejé que me tocaran, dejé que me golpearan, dejé que mi cobardía me mantenga en un estado estático y que si no hubiera sido por los vidrios en el suelo, tal vez ahora ni siquiera estaría en un ahogo se culpas y remordimiento. «Levántate y deja ser miserable» me quedo en la ventana, pensando en que hubiera pasado y lo que no ha pasado. ¡Estoy cansada de ser tan ingenua!
Y si alguno supiera mi historia, me marcaría como la culpable.
Como el primer ataque, dijeron que yo llevaba ropa atrayente y que por eso me persiguieron. Me dejaron el primer título, donde todo fue mi culpa sólo por llevar un puto vestido y era eso para ellos, la chica pelirroja que no sabe cuidarse, que por estúpida es asediada. Mi paciencia con todo lo que pasa me está hartando, no soy capaz de seguir resistiendo tanta mierda. Si sigo con la culpa, no podré hacer nada por mí misma.
Me limpio las lágrimas, me observo en el espejo. Mis ojos están hinchados, mi rostro está más pálido que de costumbre y los golpes todavía no han sanado. Tengo rasguños que han desaparecido, las cicatrices de mi espalda se han quedado abiertas y tampoco dejo que me toquen de nuevo... ni siquiera para poner alcohol a las heridas. Tengo marcas en mi blusa, marcas de sangre y me voy al baño para desaparecer las manchas.
