CHAPTER 5

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Jimin se encontraba sentado frente al exponente cuadro de La coronación en Saint-Denis en la Sala Rubens del Louvre. Fijó su vista en cada pincelada que se dio con sumo cuidado. La perfección de la técnica usada dejaba boquiabierto al rubio. Se sentía atraído por el intenso rojo usado para las prendas. Cada detalle impresionaba y dilataba su vista. Mientras más miraba la obra del pintor alemán, encontraba elementos nuevos que no vio anteriormente. Escuchaba por medio de los audífonos la historia detrás de ese momento en la vida de María de Médeci, viuda de Enrique IV de Francia.

Caminó por el extenso museo que parecía interminable. Entrar a cada sala era un mundo diferente. El Louvre lucía casi vacío el domingo por la mañana. Solo unos cuantos extranjeros fotografiaban las pinturas, dibujos y esculturas. Jimin revisaba su mapa en busca de la obra más famosa que se exponía: La Gioconda de Leonardo Da Vinci.

Apresuraba su paso emocionado de conocer aquella figura ilustrada que veía en su libro de historia durante su vida escolar. Al entrar a la verde sala, sonrió al encontrarla. Era más pequeña de lo que imaginaba, mas no quitaba la impresión de estar frente a un hito histórico. Sacó su celular para tener un toma perfecta y aprovechar que la sala estaba casi vacía, pero una persona bloqueaba la imagen.

Excusez-moi, monsieur.– habló para atraer su atención.

Un joven alto que llevaba una boina al igual que Jimin giró. Sus miradas conectaron. El misterioso chico sonrió de lado. Lucía como todo un experto en arte.

Es-tu Coréen? – preguntó con su ronca voz
Oui.
– Yo igual.– se acercó donde estaba el rubio.– Kim Taehyung, mucho gusto.– estiró su mano.
– Park Jimin.– tomó su mano para corresponder al amable saludo.
– ¿Qué te atrae por la ciudad del amor, Park Jimin?– preguntó sin quitarle la mirada de encima.
– Trabajo aquí.
– Oh, también trabajo aquí, soy maestro de historia en la Sorbonne Université desde hace cinco años.– sonrió orgulloso.
– Disculpa, ¿qué edad tienes?– preguntó curioso
– Treinta y dos. ¿Me veo muy viejo acaso?– rió mientras arqueaba una ceja.
– Para nada, solo me sorprendí, eres muy joven.– Jimin se carcajeó – Tengo tu misma edad, de hecho.
– Vaya coincidencia, Park Jimin. Juraba que eras menor que yo.– continuaba mostrando una amable sonrisa – ¿Te gusta el arte?
– Se podría decir que sí, no soy un experto pero me gustaría aprender.– admitió
– Qué te parece si te invito un buen café en el restaurante de aquí y continuamos esta amena charla– sugirió – Además, podría llevarte a otros museos que hay en la ciudad. Veo que eres nuevo, por la boina.– señaló el negro accesorio arriba de la rubia cabellera.– Cuando llegué compré una igual de los vendedores de la calle, la calidad no es tan buena como la que llevo.

Mientras decía aquello, los largos dedos tocaban las hebras luminosas de Jimin. Tomó el gorro que adornaba su cabeza y se lo sacó con delicadeza. Con su mano izquierda, se quitó la boina beige que usaba y se la colocó con el mismo cuidado anterior, arreglando los traviesos cabellos que se salieron de su lugar. En ningún momento le quitó la mirada encima. Él se colocó la boina que una vez usó Jimin.

Magnifique et précieux.* – dijo con su perfecto acento francés tocando con su dedo indice el borde derecho de la tersa piel de Jimin – ¿Qué dices, me acompañas?– extendió su mano.
Oui, monsieur.

...

Los días pasaban, así como las semanas. Dos meses desde la llegada del rubio a París y se sentía como todo un residente gracias a la ayuda de Taehyung.  Jimin disfrutaba del profesor quien le mostraba cada rincón de la ciudad. A miles de kilómetros de ahí, Jungkook se sumía en una tristeza interminable. Lastimándose al recordarlo cada noche cuando veía el anillo que tenía en su posesión. Dejando de asistir a la oficina, contratando detectives que busquen sin cesar su paradero. Mas todo parecía inútil.

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