La verdad de Nivarna

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Lo arruine

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Lo arruine...

Lo arruine y lo hice a lo grande, mis pies seguían corriendo con fuerza, esquivaba cada rama y piedra que se atravesaba en mi cabeza.

Oliver no los llamo, ninguno cometió un error más que yo.

— conserva mi espada... Por favor— dijo llorando.

Todo fue una trampa, aun con su último aliento me hizo caer, ahora mismo siento admiración y odio por ella.

La espada y ese rastro de sangre hizo que me siguieran, además de que la espada pertenecía a una cazadora.

Me levante cuando Oliver se fue dejándome cambiar, al terminar de vestirme me acerque a la espada, estaba la sangre de Taylor pero en la empuñadura había un circulo brillante que parecía contener un liquido verdoso adentro.

Tome una daga y la rompí, cuando el liquido cayo observe un pequeño cuadrado.

Un rastreador, ella los usa para encontrar a los suyos y fui tan tonta que esta vez lo uso para encontrarme a mí.

Estaba en problemas, tengo miedo y no por mí, sino por Oliver, Layla y los desterrados, los que merecen vivir.

Oliver me hizo tan frágil, tan débil y estúpida. 

Cuando lo vi, cuando tome su brazo y clave mis garras creí que él ya lo sabía la verdad, pude sentir la pequeña esencia que desprendía la argolla y estaba segura de que Aura se la había entregado. 

Creí que Aura le había llenado de estupideces la cabeza. 

Ella habla con la verdad a cualquier bastardo que vea, pero a mí... A mí me considera tan tonta e ingenua.

Una flecha paso por mi hombro rasgándome y haciéndome perder la estabilidad.

Caí al suelo y rodé cubriendo mi cabeza, cuando me detuve no tuve tiempo de pararme pues alguien se lanzo sobre mí.

— Te encontré— dijo la artemisa con una sonrisa.

— púdrete— gruñí levantando mis piernas y empujando su cuerpo para salirme de su agarre, cuando la tire seguí corriendo y ella me alcanzado tomando mi cabello.

— no huiras.

— lo he hecho antes, lo haré ahora, no puedes contra mí.

Tome la mano con la que sostenía mi cabello y la torcí haciendo que soltara mi cabello.

Con mi puño golpee sus costillas y ella cubrió su grito.

Para ser humana era fuerte.

Levanto su otro mano con la que cargaba una daga y la clavo en mi hombro.

La volví a empujar y sostuve mi hombro.

— ¡ya déjame en paz!—grite sacando la daga y pateándola para que cayera.

DesterradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora