Un regalo

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En el blanco

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En el blanco...

En el blanco...

En el blanco...

Sonreí.

— muy bien, fresita— dije al ver que logro darle al punto.

Ella bajo el arma y me sonrió.

— mi puntería mejoro.

— mandaras a hacer las balas de plata, en verdad mejoraste bastante— dije levantándome.

— si.

— ¿iras a alistarte ya?—pregunte.

— iremos— dijo ella señalándome. 

— Si pero antes necesito limpiar las arma— dije.

Ella asintió y se adentro a la mansión. Insisto, demasiado obediente. Cuando ella se fue rodee la mansión la cual me guio hasta una habitación con demasiadas armas, entre y observe cada una, había arcos, flechas, armas y armamento de cazador.

Mire la puerta y me acerque a ella, empezaría por aquí y lo haría en la noche.

Salí de ese lugar y camine con calma a la mansión, era hora de vestirme para la gran noche, escuche mucho ruido dentro de la mansión y al entrar observe a Celia.

— buenas tardes— salude detrás de ella.

Ella dejo de ver a Adrián y a Oliver girándose en mi dirección.

— Nivarna...— dijo feliz, camino a mí a zancadas grandes y al llegar me abrazo fuertemente— gracias a la diosa estas bien...

Me aleje de ella lentamente.

— gracias a ustedes, la diosa hubiera dejado que muriera— dije.

— no digas eso— dijo ella poniendo detrás de mi oreja mi cabello— ¿como te has sentido?

— muy bien— dije— ¿y Layla?

— te manda saludos, seguí tu recomendación— dijo— no la traje pues está más segura en su hogar, sacarla de la manada seria un peligro, deje a los mejores guardias.

— Me alegra demasiado— dije sonriéndole cálidamente.— Oliver, supongo que ya conoces a alfa Celia ¿verdad?—pregunte viéndole.

— si— dijo sin más.

— insisto, la diosa luna pudo darte algo mejor— dijo Celia molestando a Adrián y a Oliver.

— créame que es fuerte— defendí a Oliver —¿como estuvo el viaje?

— muy bien, me entere que el alfa de luna creciente está por llegar ¿vendrá la artemisa verdad?—preguntó Celia.

Me aparte de ella para que no sintiera mi nerviosismo.

— si, las cuatro manadas vendrán.

— ¿invitaste a nuestro Rey?

— lo hice, sin embargo me envió una disculpo por no poder asistir.

Mire la hora.

— lo lamento, tengo cosas que hacer— dije empezando a retirarme.

— querida...— me detuve al escuchar a Celia. A Oliver también se le hacía extraño su manera tan cariñosa de tratar conmigo.

— ¿alfa?—pregunte. 

— para ti, Celia...— camino a mí— Celeste— llamo a una chica que estaba en la puerta, ella camino hacia nosotros con una pequeña caja. — traje esto para ti— dijo abriendo la pequeña caja. 

En la caja había un colgante con un corazón y una gema azul.

Era hermosa...

— ¿te gusta?—preguntó viéndome.

— es... Es hermosa—dije sorprendida.

— plata encantada, no te hará daño.

— ¿es para mí?—pregunte confundida.

— si, es un regalo.

— eso es mucho— dije negando sorprendida, era demasiado.

— es valioso— dijo sin apartar la mirada de mí mientras yo observaba la preciosa joya— era mía más sin embargo quiero regalarte. 

— ¿por qué?—pregunte sosteniendo su mirada.

— velo como un intento para ganarte...

— que directa— dije sonriendo.

— llévalo a la habitación de Nivarna— dijo Celia a Celeste.

— muchas gracias, ahora si, me retiro— dije saliendo apresurada.

Corrí al bosque hasta ir a la zona apartada que Said y yo prometimos, cuando lo encontré me lance a su espalda y él me sostuvo.

— creí que no vendrías y reflexionarías— dijo dándose la vuelta.

— ni loca— dije sonriendo— ¿estás listo?

— preparado para lo que tú me digas— mi mano se fue hacía su mejilla acariciando con suavidad.

— ahora huye... Ve por ella antes de que Celia te vea— en sus ojos se reflejo el miedo.

— Quieres repetir la historia.

— el final será diferente— asegure.

— Nivarna.

— si dices quererme y dar tu vida por mí, hazlo, sin titubear— me aleje de él.

— como digas.

Camine a la salida hasta estar en la frontera, tres guardias se pusieron delante de nosotros.

— ¿a donde se dirigen?

— necesito unas cosas de la ciudad, Said me las traerá— dije con tranquilidad— necesito que Said salga inmediatamente a traer mis argollas a la Joyería antes de la fiesta.

Los guardias se vieron entre sí.

Abrieron paso y Said asintió en mi dirección marchándose.

Es hora de empezar...

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