Capítulo 19: La batalla contra Telmar

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POV _____

–Tal vez me equivoqué –Miraz confesó.

Caspian había tomado la espada que Peter le había ofrecido y estaba apuntando a su tío.

Una parte de mí se sintió aliviada por nuestra victoria y por tener a Peter de vuelta en una pieza; otra parte de mí se inquietaba por la prospectiva de una nueva batalla contra los telmarinos y sus muchos números; y una otra se afligía por Caspian. No podía ser fácil encontrarse en esa posición, decidiendo el destino del asesino de tu padre que también resulta ser tu tío, una persona con la que fuiste criado y que has conocido de toda la vida, a pesar de todo.

Detesto al tipo, no me malinterpreten. Quiero verlo desaparecer tanto como Caspian quiere justicia. Ni siquiera la sangre que comparten puede compensar todo el daño que le hizo a su propio sobrino. Aún así, ese despreciable hombre era su familia, ya sea que lo hubiera elegido o no, y sentir lástima o piedad o ambas era parte de tener humanidad.

Pero por mucho que intente ser empática con Caspian, nunca sabré realmente qué cosas cruzaban por su mente en estos momentos.

–Es posible que seas un buen rey telmarino, después de todo –confesó Miraz.

Caspian aún sostenía la espada en alto, aún lo miraba directamente a los ojos con ira, pero sus manos habían comenzado a temblar. Miraz agachó la cabeza esperando el golpe mortal, pero nunca llegó.

Seguido por un grito de rabia, Caspian bajó la espada y la clavó en el suelo en vez del pecho de Miraz.

–No seré igual que tú –le dijo, su voz nivelada pero todavía afilada–. No morirás. Pero le devolveré a los narnianos su reino.

Después de eso, le dio la espalda y se encaminó hacia nosotros. Busqué sus ojos y le regalé una sonrisa. Estaba orgullosa de él.

–Eso no salió tan mal –dije con un poco más de ánimo del que sentía.

Estábamos dando la vuelta para entrar de regreso al Altozano y discutir lo que seguía cuando se escuchó el ruido del metal golpeando el suelo. Cuando miramos atrás, Miraz yacía sin vida en el pavimento... con una flecha naranja oscuro sobresaliendo de la parte baja de su espalda.

Esa era mi flecha. ¿Cómo consiguieron apoderarse de una de mis flechas?

Nos quedamos mirando en estado de shock. El hombre, uno de sus consejeros más cercanos, lord Sopespian, si mal no recuerdo, acababa de asesinar a su propio rey. Y para empeorar las cosas, estaba tratando de incriminarme. De incriminarnos.

–¡Traición! –gritó Sopespian–. ¡Ellos lo asesinaron!

Tonto idiota. ¿Cómo podría alguien creer eso? Las únicas dos personas que llevan flechas de ese estilo somos Susan y yo. Y las plumas de Susan son de color rojo. Ni siquiera estoy empuñando mi arco en este momento.

Pero, por supuesto, no les importaba la veracidad de la situación. Solo querían una razón para luchar, y este hombre les había dado una.

–¡Asesinaron a nuestro rey!

–¡Prepárense! –comandó Peter a nuestras fuerzas, soltando mi mano.

Era hora de que se convirtiera en el líder que era.

Ni siquiera tuvimos un momento para respirar antes de que estallara esta guerra y todos comenzaran a movilizarse para atacar al enemigo.

–¡Peter! –lo llamó Caspian, y señaló algo detrás de nosotros.

Un soldado telmarino venía directamente hacia nosotros. En poco tiempo, Peter lo derribó.

–¡Vayan! –nos ordenó a Caspian y a mí antes de salir corriendo a su posición.

Las Crónicas de Narnia: El Príncipe Caspian (Peter Pevensie & tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora