Capítulo 9: ¿Amigos o enemigos?

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Todo había sido un desastre. Todo era un desastre. Mi corazón se estrujaba cada vez que pensaba en los narnianos, aquellos que hace unas horas habían dado su vida por nosotros. Todos estaban desconsolados. Peter estaba desconsolado, de vez en cuando podía notar como sus ojos se cristalizaban, pero no soltaba las lágrimas. Probablemente ahora, se estuviera culpando a sí mismo de lo que pasó. Y también, probablemente, en parte era cierto. ¡No me mal entiendan! No lo culpo ni lo condeno de nada de lo ocurrido, pero tal vez si su orgullo no lo hubiera cegado tanto en esos momentos, las cosas habrían salido diferentes... o no. No lo sabemos. Ya nunca lo haremos. Pero no me gusta para nada verlo afligido.

Justo ahora, Peter se encontraba conmigo, hasta el final de la larga pero al mismo tiempo corta fila de narnianos marchando de regreso al refugio. Habíamos decidido regresar a pie, en plena noche.

–Debemos de crear una nueva estrategia –me venía diciendo Peter–. Tenemos que hallar una forma de derrotar a Miraz...

–Peter, oye, ¿estás seguro de que...? –comencé a decirle, pero siguió hablando fingiendo no escucharme.

–Ahora solo nos queda el refugio –seguió–. Es muy probable que ahora sean ellos quienes vengan a por nosotros. Tenemos que prepararnos. Tal vez podríamos...

–¡Peter! –lo llamé, y lo tomé del brazo, haciéndolo volverse hacia mi– ¿Seguro que todo está bien? ¿No quieres hablar conmigo?

–Pero si estoy hablando contigo –me respondió.

Lo miré severamente.

–Sabes a lo que me refiero.

Se quedó callado un momento, mirando a otro punto menos a mi.

–Ya me lo has preguntado antes, y te he dicho que sí. ¿No me crees?

–Pues es que no lo pareces. Sabes que puedes decirme cualquier cosa...

–Pero es que estoy bien, no hay nada que decir... –y volvía a parecer entristecido.

–Hablo en serio, Pete –insistí–. Nadie puede estar bien después de lo que pasó. Te conozco además, y entiendo que te sientas mal, pero habla conmigo, ¿sí? La culpa...

–Es que ya sé de quién es la culpa –me interrumpió, voz esta vez era más dura y su mirada estaba puesta en las filas de adelante, donde caminaban Susan y Caspian–. No hace falta hablar.

Lo miré perpleja, suponiendo a que se refería.

–¿Qué? Peter no...

Y dicho eso, se dirigió hasta el frente de las tropas, donde un líder debería encontrarse, dando pasos alargados.

Suspiré, y me encaminé allí también.


Era ya de mañana cuando llegamos al refugio. Estábamos en el arco de piedra cuando vi a Lucy salir y recibirnos... a Lucy y otros narnianos esperando el regreso de sus seres queridos. Todos ellos se nos quedaron mirando, expectantes.

–¿Qué pasó? –preguntó la pequeña al ver a Peter, quien ahora tenía el ceño fruncido en señal de enfado.

–Pregúntale a Caspian –le contestó.

El susodicho lo miró con cierta incredulidad.

–Peter. –le reprendió Susan con un tono firme, robándome la reprimenda.

Después de haber hablado con él de vuelta en el bosque, su humor había cambiado a la molestia.

–¿A mí? –le enfrentó Caspian, deteniéndose y volviéndose a mirarlo– Tú pudiste cancelar todo, aún había tiempo.

Las Crónicas de Narnia: El Príncipe Caspian (Peter Pevensie & tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora