Epílogo

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— Un año y medio después —

Mayo 1943; Londres, Inglaterra

Una caminata por el Támesis no era la mejor opción para un paseo romántico. Años atrás podría haber sido una maravilla, con aguas tan cristalinas que podrías vislumbrar la vida debajo de él. En el siglo XX no lo era. Solo podía imaginar lo que pudo haber sido en el pasado, antes de que la humanidad lo destruyera en aras de sus propios placeres superficiales.

Ahora, el río estaba teñido de marrón y contaminado a causa de los bombardeos de guerra. No solo arruinaron edificios y hogares, sino también las instalaciones de tratamiento de agua de la ciudad. En consecuencia, las aguas residuales se derramaron en el río y lo dejaron prácticamente muerto y con un hedor nauseabundo.

Ya no era realmente un espectáculo en el que encontrar deleite. Ahora era utilizado por las fuerzas armadas con un único propósito: proteger las esclusas y presas para asegurar que no hubiera actividad enemiga en el río. Incluso sus puentes habían sido cargados con explosivos que podían ser detonados en caso de una invasión. Y así, las patrullas siempre andaban por las orillas del Támesis las 24 horas del día. Como ahora mismo.

Una fila de soldados marchaba al otro lado del río haciendo su trabajo diario mientras Peter y yo atravesábamos el Puente de Blackfriars.

–Deben tener un sentido del olfato realmente deficiente si pueden pasar un día completo sin vomitar en este lugar –comenté–. Apenas puedo soportarlo y ni siquiera estamos tan cerca del agua.

–O tal vez eres tú la del olfato sensible –bromeó Peter.

Fingí indignación y le di un puñetazo en el brazo.

–¿De qué lado estás?

–Tuya, por supuesto, mi amor –me aseguró, plantando un pequeño beso en mi sien.

–Más vale –le advertí, tratando de sonar lo más intimidante que pude.

Una leve sonrisa se formó en su boca.

A pesar de la guerra, esta parte de la ciudad seguía siendo muy concurrida. Empresarios, mujeres con sus hijos y vehículos se aventuraban por el puente para llegar al otro extremo. Incluso otras parejas deambulaban alrededor o utilizaban el lugar como punto de encuentro.

En nuestro camino hacia el extremo norte, me topé accidentalmente con una mujer castaña, no mucho mayor que yo, que aparentemente llegaba tarde a un encuentro. Uno romántico, supuse, después de que pasamos junto a ella al salir y la sorprendimos cautivada en una conversación con un apuesto joven pelinegro. Debía de ser extranjero, a juzgar por sus ojos rasgados.

Por un momento, me pregunté cómo habría sido si Peter y yo nos hubiéramos conocido aquí en Londres. Si nuestra relación hubiera comenzado a florecer en circunstancias normales. Un chico conoce a una chica y la invita a salir. ¿Sería uno de estos puentes nuestro lugar de encuentro? ¿O me recogería en mi casa? ¿Me habría traído flores en nuestra primera cita? ¿Habríamos salido a cenar o a un helado o a un paseo romántico?

¿Nos hubiéramos conocido siquiera?

Nunca lo sabremos. En cambio, tuvimos una evacuación de guerra, un armario mágico, espadas y armaduras y una profecía. Obtuvimos coronas.

Esas no son cosas de las que me pueda quejar, y no lo hago. Tuvimos suerte de encontrar Narnia. Tuvimos una historia de amor fuera de lo ordinario, y fue única. Sin embargo, no puedo dejar de pensar en los "¿qué hubiera pasado si...?".

Estoy feliz, sin embargo, y no lo cambiaría por nada.

Por lo general, Peter y yo elegíamos Hyde Park para una salida vespertina, pero él quería ver los puestos del mercado en Convent Garden al acercarse el cumpleaños de la Pevensie más joven. Era el nuevo lugar favorito de Lucy para adquirir artículos hechos a mano. Se había cerrado debido a la guerra, pero se había estado reabriendo lentamente durante las últimas semanas, ahora que el Blitz había terminado.

Las Crónicas de Narnia: El Príncipe Caspian (Peter Pevensie & tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora