Capítulo 11: ¿Confesiones?

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Me volví a ver de quien se trataba, y allí estaba Caspian, parado junto a una de las columnas de la entrada con una expresión que no sabría describir.

–Se podría decir que sí –le contesté al príncipe esbozando una media sonrisa.

–¿Algo en especial? –preguntó acercándose a donde yo estaba.

–La primera vez que llegamos aquí –le respondí tranquilamente–. Todo era muy diferente... –las llamas que cubrían la sala parecían elevarse más–. Estar en este preciso lugar me trae algunos que otros recuerdos. Fue justo aquí donde Aslan... fue asesinado. Toda esta sala estaba repleta de eufóricos seguidores de la Bruja Blanca mientras Aslan estaba amarrado y amordazado en esta misma Mesa –pausé, recordando lo sombrío de esa escena–. Aún puedo recordar a tres chicas observando con horror en la distancia, sintiéndose impotentes y esperando a que lo inevitable sucediera... –suspiré y me volví a ver a Caspian, quien estaba mirándome interesado. Esbocé una media sonrisa–. Pero esa historia ya te la sabes, ¿no es así?

Sonrió, era una bella sonrisa. Nunca negaré que Caspian, naturalmente, era muy guapo y muy simpático. Estoy convencida que si alguna vez él deseara conquistar el corazón de una mujer, lo haría sin mucho esfuerzo, incluso si no lo deseara. Por desgracia y por fortuna, mi corazón ya estaba ocupado en su totalidad por otro hombre.

–He leído toda historia que tenga que ver con la Antigua Narnia –contó–. Mi profesor se encargó de ello. Es solo que... nunca las había escuchado desde la voz de alguien que hubiera estado allí. Me causa mucha curiosidad.

–Y tal vez algún día te los cuente. Pero ahora, no creas que se me ha olvidado que estoy enfadada contigo –le confesé y lo miré severamente.

Se rascó la nuca.

–Sí... acerca de eso...

–Escúchame, Caspian...

–¡No! Déjame hablar primero, ¿sí? –me interrumpió alzando las manos, pidiéndome silencio.

Lo empecé a notar algo nervioso, pero no le dije nada y permití que él hablara.

–Lamento mucho lo que pasó en el castillo, yo... pensé que podía mantener las cosas bajo control... que yo podría mantenerme en control... pero me equivoqué. Estaba tan enfurecido y dolido que eso pudo más conmigo y me desvié de nuestros planes. Eso... eso le costó la vida a muchos narnianos... –expresó, pero no me miraba, tenía la vista baja.

Se estaba culpando a sí mismo. Tenía casi el mismo semblante que Peter cuando estaba confesándome lo responsable que se sentía acerca de ese infortunio; ambos disponían del mismo noble corazón que estimaba cada una de las vidas de aquellos que perdimos y los hacían cargar con pesos que no les correspondían directamente. Suspiré.

–Peter y tú son tan similares –observé– Culpándose a sí mismos por lo que pasó en el castillo. Deberían ver más allá y saber que no fue culpa de ninguno de los dos. Sí, tal vez cometieron algunos errores, pero Miraz fue quien movió los hilos.

–Lo sé pero... de alguna forma yo contribuí a que llegáramos a ese punto. Nunca pensé que mi tío estuviera tan resentido hasta llegar al punto de matar a mi padre... su hermano, y esa rabia me guió mal...

Me tomé la libertad de sujetar su mano y le di un apretón en consuelo.

–Tranquilo, ¿cuántas veces tengo que repetirlo? No es culpa tuya ni de nadie aquí. Si te hace sentir más en paz, aún tenemos oportunidades para hacer pagar a tu tío. Esto aún no se acaba. Aunque, la verdad, no creo que deberías estar disculpándote conmigo. Dejaste a la pobre de Susan tirada en los calabozos, esperando a un Caspian que ya no estaba allí –le comuniqué un poco divertida, notando como se le encendían los ojos al príncipe al solo mencionar el nombre de Susan.

Las Crónicas de Narnia: El Príncipe Caspian (Peter Pevensie & tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora