Capítulo 10: Aclaraciones

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–Escucha... ____... –comenzó a decir Peter, claramente tratando de encontrar las palabras para decir lo que sea que quisiera decir–. Yo...

–¿Sigues de mal humor? –lo interrumpí– Porque si es así, de verdad que prefiero no tener esta conversación.

Y era verdad. No quería charlar con él si eso significaba más protestas y recriminaciones acerca de Caspian. Aveces era tan cabeza dura que era difícil tratar de entrar en razón con él, y con lo que acababa de pasar allí fuera hace unos momentos no me había dejado en el mejor de los humores. Lo último que quería era volver a discutir con él.

Me di media vuelta con la intención de irme de allí. Había dado solo un paso cuando sentí la mano de Peter rodear mi brazo, deteniéndome.

 –¡No! –dijo finalmente, y me volví de nuevo a mirarlo– Yo... lamento haber estallado así allí fuera. Tú... tenías razón. Tienes razón... como siempre. Necesito... hablar con alguien.

Su mirada aún reflejaba tristeza. No dije nada y dejé que siguiera hablando.

–Debimos de habernos retirado cuando me lo sugeriste. Estuve mal, y mi decisión le costó la vida a muchos de nuestros soldados. Como rey debí de haber sabido mejor, debí haber pensado mejor. Yo... no quería que nada de eso sucediera, y cuando recuerdo... –estaba cabizbajo, pero pude ver como sus ojos empezaban a cristalizarse levemente, como el bonito azul de sus ojos se ensombrecía, y lo detestaba– cuando recuerdo como me miraban aquellos que quedaron encerrados, implorándome que nos salváramos nosotros mientras ellos... –se cortó y meneó la cabeza– Tal vez Caspian se haya desviado del plan pero yo al ver cómo estaban resultando las cosas debí tomar una mejor decisión –subí mi mano a una de sus mejillas, acariciando levemente su piel con mis dedos, y él alzó la mirada– . Es mi culpa...

–No... –disentí con la cabeza.

–Perdóname...

Sus ojos seguían guardando agua, pero no soltó ninguna lágrima; entonces lo abracé, y Peter me respondió. La diferencia de estatura me hizo ponerme de puntas para poder rodearle el cuello y consolarle. Me estrechó más a él, y pude sentir el momento en el que él inspiró profundamente, no por llanto, sino de sosiego.

Me separé de él para mirarle, pero la distancia que dejé entre nuestras caras fue tan poca que pude sentir su aliento. Limpié con mi mano una pequeña lágrima que luchaba por salir y deslizarse por su mejilla.

–No tengo nada que perdonarte –le aseguré.

–Pero yo...

–Ya lo he dicho allí fuera –tomé sus manos–. Miraz es el único a quien culpar. Fue su decisión la de... acabar... con todos ellos. Él declaró la guerra. Ni tú, ni Caspian tienen la culpa de eso.

Se calló unos segundos, pensativo, mirando hacia el suelo.

–Créeme cuando te digo que es así –volví a tratar de convencerlo. 

Me miró y asintió levemente.

–Es solo que... me entristece...

–Está bien sentirte así –lo interrumpí con una pequeña sonrisa–. La tristeza y... la culpa... significa que realmente te importaban esas personas, que los valorabas a ellos y sus vidas. Un rey que se interesa por su pueblo, es un rey que inspira confianza. Eso es lo que Narnia necesita ahora, un líder que este dispuesto a todo por su gente, y que ellos no duden de eso. –hice énfasis en la palabra– no dudes del gran rey que una vez fuiste, y que aún sigues siendo.

Peter esbozó una media sonrisa.

–Y Narnia también tiene suerte de tener a una reina como tú.

Las Crónicas de Narnia: El Príncipe Caspian (Peter Pevensie & tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora