C. 20

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-¡Smaug ha caído y esta montaña vuelve a ser nuestra!- celebró Fili una vez la batalla contra Smaug había terminado. Los días pasaban y Thorin cada vez se volvía más y más loco por su oro... Su maldito oro. La había culpado de intento de robo, de conspirar con el enemigo, de ser el enemigo, e incluso cuando ella le plantaba cara él la mandaba a morir, pero nunca ninguno de los enanos se atrevía a hacerlo, la querían demasiado... Todos sabían como estaba realmente el rey... Ese no era su rey.

-Hay que irse- le dijo su hermano.

-¿De qué hablas? No voy a abandonarlos.

-Los hemos ayudado, hemos cumplido con nuestra parte, si no nos pagan nos iremos con los elfos y recuperaremos lo que nos deben, somos cazarrecompensas, que no se te olvide hermanita.

Con una mirada rápida a su hermano, agarró sus armas y corrió junto con su hermano para huir. Bren tenía razón, su vida era eso, conseguir dinero, si el cliente no lo cumplía recurrían a otros medios para conseguirlo. En este caso, irse con el enemigo. Los elfos.

A la mañana siguiente, mientras el rey de los elfos junto con Bardo intentaban hacer entrar en razón a Thorin, Ivar, Jensen, Bren, Olav y Gurdsid, unidos en el bando de los elfos, se terminaban para el inicio de la guerra.

-¿Volverán?

-¿A qué te refieres, Gurdsid?- Ivar lo miró con el ceño fruncido.

-Me refiero a que si Bren y Eyra volverán con nosotros...

-Lo harán, somos una familia, somos lo que queda de Repton.

Mientras en el campo había empezado la batalla, orcos contra enanos y elfos, una alianza un tanto extraña para ambos, pero era la mejor solución si querían vivir. Eyra luchaba al lado de Bren y de Bilbo cuando sus ojos encontraron instantáneamente los de Ivar: el hombre estaba en un carruaje con una gran sonrisa en su rostro, sus hermanos lo seguían preparados para matar orcos.

-¡Bren!- al sentir el llamado de su hermana, este se giró encontrándose con aquella escena.

Algo le decía ambos que no iba a acabar bien.

Los cuerpos yacían encima de otros, lo que hacía que fuese casi imposible ver el suelo debajo. Fuertes gritos resonaron en sus oídos, y por un minuto pensó que se volvería sorda por eso. Apenas podía ver a sus hermanos. Allí, la joven cazarrecompensas, estaba tan cansada que sentía como si cayera al suelo en cualquier momento; la pura ira de ver a los inocentes masacrados, la mantuvo en marcha. Así que se puso de pie, su espada balanceándose en el aire una vez más. La sangre le salpicó la cara: instantáneamente cerró los ojos para evitar que la sangre llegara a sus ojos. Cuando los volvió a abrir solo un segundo después, la primera persona que vio era la responsable de todo lo que estaba pasando, la que llamaron Thorin Escudo de Roble. Unos metros más adelante estaba aquel hombre que la conduciría a la locura, Ivar.

No fue fácil, eso estaba claro. Estaba rodeada de muchos guerreros, lo que la obligaba a admitir que incluso si lograba alcanzarlo, seguramente moriría haciéndolo. 

Su espada chocó con otra, enviándola volando hacia adelante. Estaba a punto de caer en batalla a manos de un orco, pero se las arregló para quedarse quieta, perforando su espada a través del cuerpo de la criatura. No pasó mucho tiempo para que otro atacara; él también compartía el destino de sus compatriotas.

Thorin se había dado cuenta de que luchaba cerca de él, y aunque no quería hacerlo, tuvo que admitir que era uno de los guerreros más hábiles que había visto en su vida. Vio la determinación en sus ojos; vio lo exhausta que estaba, pero siguió luchando.

Atacada de un lado, luego de otro, le era casi imposible seguir adelante. En medio de todas las luchas perdió de vista a todos los que conocía; trató de buscarlos, pero no pudo. Los cuerpos bloqueaban su vista. Justo antes de que estuviera a punto de perder la esperanza, vio cuatro cabras con Thorin, Fili, Kili y Dwalin sobre ellas subiendo, detrás iban sus hermanos. Bofur la encontró con la mirada y comenzó a llamarla, una vez se encontraron la llevó hacia un caballo.

-Síguelos y tráelos de vuelta.

Subió tan rápido como el caballo le permitía.

-¡Thorin!

El nombrado se giró, al igual que los demás, para encontrársela bajando del caballo y caminando rápido hacia ellos.

-No deberías estar aquí.

-¿Y mis hermanos?

Dwalin señaló al río helado, donde sus hermanos luchaban contra más de esas horrendas criaturas. Buscó a Ivar con la mirada, hasta que lo encontró, su cuerpo sobre su muleta apareció ante su vista. Cortando cuerpos sin parar, corrió hacia él; no la había notado. Thorin al ver como corría quería pensar que iba por sus hermanos y no por él, pero en el fondo no lo podía evitar pensar.

La espada cayó al hielo alertando a sus hermanos; hubiera querido recogerla, pero no pudo ya que otro orco apareció para atacarla. Con un movimiento rápido agarró tu daga y la clavó en su cuello. Se acercó a Ivar por detrás en un momento de despiste por un orco.

El joven se dio la vuelta justo cuando le colocó la daga en el cuello; la sorpresa era evidente en su rostro. Probablemente no había pensado que Eyra, su gran amor, podría hacerle eso a él.

Pero dudó, solo por una fracción de segundo, pero fue suficiente, porque lo siguiente que escuchó a través del caos fueron las palabras que más temía escuchar.

-Baja la daga o tu hermanito Bren muere.

Bren acaba de caer de rodillas mientras que Jensen, Serkvit y Gurdsid los sujetaban. Los ojos de Eyra se clavaron en los gélidos ojos azules de Ivar mientras el hombre simplemente sonreía burlonamente ante las acciones de la joven. Sabía incluso antes de que ella lo hiciera que no moriría allí; Olav caminó despacio hacia ella pero eso sólo hizo que la daga se clavara más en el cuello de Ivar.

-Antes de hacer nada, debéis oírnos, los dos- dijo Olav intentando calmar la situación.

-Hay una puta guerra y queréis que nos pongamos a debatir, que inteligentes sois hermanos- dijo Bren intentando zafarse del agarre de sus tres hermanos.

-Somos lo que queda de Repton, somos el resurgir, debemos volver a estar unidos y recuperar lo nuestro. Eres la única mujer, Eyra, el trono te pertenece- se dirigió a ella- Los manuscritos decían que siempre reinará la mujer guerrera, tú eres esa mujer, la única que queda con vida...

-Te equivocas, Allena, está Allena.

-Allena murió.

-No, Ivar, no murió, ella me arrebató mi primera vida pero no mi grito.

-¿Cómo dices?- Ivar frunció el ceño

-Suelta a Bren y lo cuento todo.

—No lo hagas Eyra, mátalo ... —suplicó Bren. Fue entonces cuando apartó los ojos de Ivar y se concentró en su hermano. Bren tenía una mirada decidida en su rostro. Para Eyra era evidente que Bren no temía morir e incluso prefería la muerte a dejar que Ivar volviera a hacer todo lo que hizo antes.

El mundo pareció quedarse quieto mientras todos miraban a las dos figuras que estaban en medio del río helado. 

Cuando finalmente dejó caer el cuchillo al suelo, fue agarrada en un instante. Un par de brazos la obligaron a arrodillarse justo frente a Ivar, que estaba viendo todo el calvario con una sonrisa en su rostro. Sus ojos encontraron a su hermano que fue arrastrado por quienes lo tenían sujeto, y podía ver claramente la mirada de decepción en sus ojos.

-Deberías haberme matado, mi amor-  Ivar amenazó en voz baja, arrodillándose a la altura de sus ojos- Una vez que haya terminado, si no te has unido a mí, desearás que te mate.

My Inmortal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora