PRÓLOGO

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Paseaba por los oscuros bosques de Mirkwood. Un elfo estaba a su lado, algo triste debido a la precipitada partida de su amiga. Ninguno de los dos quería separarse, pero ambos sabían que ella debía marchar. La salida del bosque estaba a escasos metros y los dos podían ver a un pequeño grupo de 6 personas montadas a caballo con armaduras y bien preparados para la batalla. Ella tenía una misión, un trabajo, si es que así podían llamarlo, y debía ir, tenía que ir.

Un trabajo es un trabajo.

-Sabes que no tienes que irte ¿verdad? - el elfo miró al suelo y su amiga detuvo el paso volviéndose hacia su elfo preferido, una triste sonrisa se asomó en el rostro de la chica.

-Oye, tranquilo- colocó su mano derecha sobre el hombro de su amigo y con la otra mano alzó su mentón, haciendo que ambos se mirasen fijamente.

-Andelu i ven*el camino será peligroso* él llevó sus manos hacia el rostro de la chica, acariciando sus mejillas.

-Sé que el camino será peligroso, pero estaré bien. Es sólo un trabajo. Volveré antes de que te des cuenta- se acercó a él y besó su mejilla de manera suave y delicada.

El elfo cerró los ojos ante el tacto de su piel, disfrutando de aquellos instantes.

-Namárië *adiós* dijo una vez que separó sus labios de la mejilla del elfo.

-Iré contigo – agarró la mano de la chica entre las suyas.

-No hagas esto más difícil, por favor.

El elfo en ningún momento dejó de mirar los ojos azules de la chica. Aquel cabello tan rubio, su piel pálida y sus ojos azules, cualquiera la podría confundir con un elfo, pero ella no lo era. Sólo era una humana, una simple humana con un extraño don, la inmortalidad.

-Tenna rato *hasta pronto* él besó su mano.

-Tenna rato*hasta pronto* comenzó a andar sola hasta la salida del bosque, donde la esperaban.

-A im, ú-'erin veleth lîn? –  *¿tengo tu cariño?* preguntó cuando la chica estaba a un metro de salir.

-Gerich veleth nîn, Legolas. *tienes mi cariño, Legolas*

El elfo sonrió ampliamente viendo como salía. Se dio la vuelta y comenzó a caminar para volver al reino.

Salió del bosque recibiendo miradas curiosas por parte de los caballeros. 

Y ahí comenzaba su aventura.

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