Prólogo.

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Una castaña de estatura mediana, 1,65, corría de un lado a otro llevando ropa y algunas pertenencias para luego arrojarlas a una maleta negra. Otra vez se mudaban. Bueno, ella ya estaba acostumbrada, pues vivir con vampiros que eran diferentes al resto la hicieron adaptarse a ese estilo de vida.

Vivir un tiempo en un lugar, para después mudarse a otro. Esa era la vida que Kaia Cullen tenía desde que la adoptaron a los 3 años y medio.

La adopción era algo normal para los humanos. Miles de niños y niñas eran adoptados cada cierto tiempo, pero no exactamente por vampiros, como el caso de Kaia. Ella era la excepción a la regla, siempre lo ha sido. Llevaba catorce años siendo una miembro más de la familia Cullen. Aquello seres que eran pálidos como una hoja, fríos como el hielo y hermosos como modelos de Hollywood. También había un adjetivo que los definía y era diferentes. Los Cullen eran diferentes en todos los sentidos. Para los humanos, era algo sumamente raro el ver a tan jóvenes personas siendo dolorosamente bellas y de ojos de un color oro líquido. Y para los de su especie, los vampiros, eran diferentes a la hora de alimentarse, pues estos no bebían sangre de inocentes humanos, sino de animales. Repito, los Cullen eran diferentes.

Kaia era igual o aún más diferente que el resto de su familia. Su cabello de un tono castaño, su piel trigueña y sus ojos de dos colores totalmente raros, la hacían única. Ella padecía de algo llamado: Heteronomía, sus ojos eran bellísimos y desiguales en color. Uno, el derecho, era de un tono café, con un destello claro alrededor del iris; y el otro era de un tono gris, casi blanco. Podía ver perfectamente, incluso casi como un vampiro, pero la luz muchas veces la perjudicaba, ya que su vista podía cansarse o forzarse al enfrentar un nivel alto de iluminación. Kaia era una joven bellísima para su corta edad, también era muy refinada y educada. Sus movimientos eran delicados y parecía danzar a cada paso que daba. Era una obra de arte, que volvía loco a aquel vampiro cobrizo.

—Kaia, cálmate.—Repitió Edward Cullen, desde el umbral de la puerta de la joven.—Nos iremos en dos días, y ya estás frustrandome al estar de un lado a otro haciendo tu maleta. Te dije que yo podía hacerla por ti.

La castaña miró al vampiro con una ceja levantada levemente y llevó ambas manos a sus caderas.

—¿Estás echándome en cara que puedes moverte rápido, otra vez?.—Preguntó Kaia, en su postura desafiante.—Sabes muy bien que me gusta hacer las cosas por mi propia cuenta, Ed.

—Lo sé,—Respondió Edward, caminando hacia la cama de la humana.—pero no me gusta verte mientras tironeas de tu cabello y lanzas insultos por no encontrar el par de tu otro calcetín.

—Deberías dejar de oír mis insultos y enfocarte en pensar que papel harás en Forks.—Recriminó la joven, volviendo su atención a su desordenada maleta.

¹ Kaia | TwiligthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora