🌌Capítulo 3🌌

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Y pasó por el mal trago. Algunos amigos sugirieron que tomara tranquilizantes, pero Taehyung no quería embotar sus sentimientos. Ni quería estar alelado sabiendo que sus hijos lo necesitaban.

Procuró que todo fuera lo más sencillo posible. Él lo habría querido así. Escogió los detalles del servicio en memoria de Yuta: la música, las flores, las fotografías. Eligió una caja de plata para las cenizas y decidió arrojarlas al lago. Yuta se le había declarado allí, en un bote que habían alquilado una tarde de verano.

Se vistió de negro para la ceremonia. Un viudo de veinticuatro años con dos hijos y una hipoteca, y con el corazón tan destrozado que se preguntó si seguiría sintiendo sus fragmentos clavados en su alma toda la vida.

No se apartó de los niños en ningún momento, y lo arregló todo para que recibieran el apoyo psicológico de un experto.

Detalles. Podía ocuparse de los detalles. Mientras tuviera algo que hacer, algo concreto, podría seguir adelante. Y ser fuerte.

Los amigos llegaron, con su compasión, con platos de comida y ojos llorosos. Y él les estaba agradecido, más por la distracción que por las condolencias. No había consuelo para él.

Su padre y su segunda esposa, Taehee, llegaron en avión desde Answer, y Taehyung se apoyó en ellos. Dejó que Taehee lo atendiera, que mimara y consolara a los niños, mientras la madre de Taehyung se quejaba por tener que estar en la misma habitación que "esa mujer".

Cuando la ceremonia terminó, después de que los amigos se fueron y su padre y Taehee tomaron el vuelo de regreso a Answer, Taehyung se obligó a quitarse el traje negro.

Lo metió en una bolsa para llevarlo a una casa de caridad. No quería volver a verlo.

Su madre se quedó. Tae le había pedido que se quedara unos días. Sin duda, cuando pasaba algo así, lo mejor era estar con su madre. Por muchas diferencias que hubiera entre ellos, no había nada que pudiera compararse con la muerte.

Cuando entró en la cocina, su madre estaba preparando café.

Taehyung se sintió tan agradecido por no tener que preocuparse por algo tan insignificante que se acercó y le dio un beso.

-Gracias. Estoy harto de tés.

-Cada vez que me daba la vuelta esa bruja estaba preparando té.

-Solo quería ayudar, mamá. Y no sé si habría sido capaz de tomarme un café hasta ahora.

Seonmi se dio la vuelta. Era una mujer delgada con el pelo negro corto hasta los hombros. Y había compensado los efectos de la edad con visitas regulares al cirujano. Recortes, liftings, inyecciones que le habían quitado algunos años de encima. Y le dieron un aspecto artificial y duro, pensó Tae.

Sí, quizás podría aparentar cuarenta, pero no parecía muy feliz.

-Siempre te pones de su parte.

-No me pongo de parte de nadie, mamá. -Taehyung se sentó con hastío. Se habían acabado los detalles. Ya no quedaba nada por hacer.

¿Cómo conseguiría sobrevivir a la noche?

-No entiendo por qué he tenido que tolerar su presencia.

-Siento que estuvieras incómoda. Pero ha sido muy amable. Ella y papá llevan casados, ¿cuánto, quince años? Ya tendrías que haberte acostumbrado.

-No me gusta tenerla delante, a ella y su voz irritante. Chusma de un parque de caravanas.

Taehyung abrió la boca y volvió a cerrarla. Taehee no había salido de ningún parque de caravanas y desde luego no era chusma.

Dalia Azul¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora