🌌Capítulo 10🌌

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A la mañana siguiente ya había olvidado el incidente. Kai no encontró su camiseta de la suerte y Yeonjun estuvo revolcándose con Yeontan durante su paseo de la mañana y tuvo que cambiarse la suya. Como resultado, Taehyung casi no tuvo tiempo ni de tomarse el café y el panecillo que Jackson insistió en que tomara.

-¿Puedes decirle a Jin que quería empezar temprano? Quiero tener la zona de recepción lista antes de que abramos a las diez.

-Se fue hace una hora.

-¿Hace una hora? -Taehyung consultó su reloj. Se había propuesto seguir el ritmo de Jin... y por lo visto no lo estaba consiguiendo-. ¿Es que no duerme?

-Se toma muy a pecho el dicho de «A quien madruga Dios lo ayuda» .

-Perdona, pero, ohhh... Tengo que irme. -Se dirigió corriendo hacia la puerta, pero se detuvo un momento-. Jackson, ¿va todo bien con los niños? Si tienes algún problema me lo dirás, ¿verdad?

-Por supuesto. Lo único que hacemos es divertirnos. Hoy, después del colegio, practicaremos las carreras con tijeras, y luego probaremos a ver con cuántas cosas nos podemos sacar los ojos. Y luego pasaremos a los materiales inflamables.

-Gracias. Me quedo más tranquilo. -Se inclinó para darle una palmadita a Yeontan-. No pierdas de vista a este individuo -le dijo.

 No pierdas de vista a este individuo -le dijo

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Jeon Jungkook andaba algo apurado de tiempo. La lluvia había retrasado su proyecto personal, hasta tal punto que tendría que posponer —otra vez— algunos de los aspectos más delicados para cumplir con sus compromisos profesionales.

En realidad tampoco le importaba tanto. Para él el paisajismo era un trabajo indefinido, en continua evolución. Nunca se acababa. Nunca tendría que acabarse. Y, cuando se trabaja con la naturaleza, ella manda. Es voluble y tramposa, e infinitamente fascinante.

Con ella siempre había que estar alerta, siempre dispuesto a amoldarse, a transigir y cambiar con sus estados de ánimo. Hacer planes en términos absolutos era una forma de amargarse y, en su opinión, y a había demasiadas cosas que le amargaban a uno la vida.

Aquel día, la naturaleza se había dignado ofrecerle un día despejado, así que decidió concentrarse en su proyecto personal. Eso significaba que trabajaría solo —de todos modos, lo prefería así— y que tendría que encontrar un momento para ir a comprobar cómo iban sus dos ayudantes con el trabajo.

Significaba que tenía que ir al centro de jardinería, recoger los árboles que había apartado y llevarlos a su casa. Y los tendría plantados en la tierra antes del mediodía.

O de la una. Las dos como mucho.

Bueno, a ver qué tal.

Lo único para lo que no encontraría tiempo sería para el nuevo director que Jin había contratado. Aunque, para empezar, no entendía para qué quería Jin un director.

Dalia Azul¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora