🌌Capítulo 35🌌

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Jungkook había estado enamorado dos veces en su vida. Y había sentido deseo unas cuantas más. Había experimentado una intensa atracción, interés, pero el amor solo había llamado a su puerta dos veces. La primera fue en los últimos años de la adolescencia, pero él y el chico de sus sueños eran demasiado jóvenes.

Tanto amor, tantos celos y tanto apasionamiento acabaron por consumir su amor. Ahora podía volver la vista atrás y pensar en su primer amor con una dulce sensación de nostalgia y afecto.

Y luego llegó Felix. Él era algo mayor, algo más inteligente. Y antes de lanzarse al matrimonio, se tomaron su tiempo, dos años. Los dos lo querían, aunque algunos conocidos se sorprendieron, no solo por el compromiso, sino por su decisión de trasladarse al norte con su esposo.

En cambio para él no fue una sorpresa. Quería a Felix, y él quería vivir en el norte. No, necesitaba vivir en el norte, se corrigió. Y él supuso ingenuamente que podía vivir en cualquier parte.

Dejó que Felix y su madre se encargaran de los preparativos para la boda, y él se limitó a algunos detalles. No lo entusiasmaba la idea, pero disfrutó de aquella boda tan pomposa y por todo lo alto.

En el norte tenía un buen trabajo. Al menos en teoría. Pero se sentía inquieto e insatisfecho entre tanta gente, y en medio del bullicio de la ciudad estaba fuera de sitio.

El chico de pueblo, pensó mientras él y sus hombres acababan de colocar las tablas en el techo de una pérgola de tres metros. Era demasiado de pueblo, demasiado insignificante para encajar en el paisaje urbano. No le fue bien en la ciudad, ni en su matrimonio tampoco. Al principio solo eran pequeñas cosas, tonterías... cosas que ahora, con la perspectiva, sabía que podrían haber superado mediante un acuerdo. Pero, en vez de eso, los dos dejaron que esas pequeñas cosas fueran madurando y creciendo hasta que no solo los separaron, sino que los hicieron ir en direcciones opuestas. Felix estaba en su elemento, él no. En el fondo, él se sentía desgraciado, y Felix se sentía desgraciado porque veía que él no se adaptaba. Y, como pasa con cualquier enfermedad, la desdicha se extiende hasta las raíces si no se trata.

No fue culpa de nadie. Y al final fueron lo bastante inteligentes, o se sintieron lo bastante desgraciados para replegarse y minimizar las pérdidas.

Aquel fracaso dolió, perder aquel amor que tanto prometía dolió. Taehyung se equivocaba al decir que no le habían quedado cicatrices. Simplemente, hay cicatrices con las que hay que aprender a vivir.

Para la pérgola el cliente quería glicina. Jungkook indicó a sus hombres dónde debían plantarla y fue hasta el pequeño estanque, donde el cliente quería plantas acuáticas. Se sentía melancólico, y cuando estaba así prefería trabajar solo. Llevaba la espadaña en contenedores y, tras ponerse las botas de agua, se metió en el estanque para colocarla. Si crecía a su aire, se extendería y asfixiaría todo lo demás, pero si la limitaban a sus tiestos, daría un bonito toque al conjunto. A continuación colocó tres nenúfares, y luego introdujo los lirios amarillos. Les gustaba tener la base mojada, y llenarían de color los bordes del estanque.

El trabajo lo hizo sentirse satisfecho y centrado, como siempre. Y dejó que una parte de su mente se dedicara a otros problemas. O que les diera vueltas durante un rato.

Quizá podía poner un pequeño estanque en la parte del jardín que protegería con muros en su casa. Pero sin espadaña. Loto enano tal vez, y un poco de talia como planta de fondo. Seguramente a Tae le gustaría más.

Había estado enamorado dos veces. Y ahora notaba otra vez las delicadas raíces del amor buscando un asidero en su interior. Seguramente podría haberlas arrancado. Seguramente tendría que haberlas arrancado.

Dalia Azul¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora